En este artículo, primero presentamos la exposición de Teresa e Ignacio Santiviago (parte I) y luego la exposición del P. José María García (parte II). Ambos abordan desde distintas perspectivas el mismo tema del apoyo y acompañamiento de los hijos homosexuales.
Al recibir la invitación de participar en este taller, por cariño de los que me invitaban, dije sí, de acuerdo. Pero al recibir el testimonio escrito de Teresa y de Ignacio, tengo que decir que está todo dicho; pues aquí, en el taller, no se trata solamente de especular teóricamente, porque mucha teoría sobre este tema hay, mucha investigación de distintos ámbitos sociológicos, psicológicos, etcétera, que siempre son aportes sin duda. Ante un tema que nos desborda, la vida siempre nos desborda. El que piensa que maneja la vida se equivoca y se equivoca feo. La vida siempre nos desborda y entonces testimonio así de vida tan real, tan frontalmente honesto, como pocas veces hemos escuchado, ya lo único que queda es decir: gracias Señor por Ignacio y por Tere, gracias porque la familia de Schoenstatt se construye desde la vida, desde una vida abierta a Dios y abierta al otro.
¿ Qué es lo que puedo decir en este tema? Simplemente lo que decía, muchas gracias, porque me ha tocado meterme mucho en este tema por distintos motivos; porque puedes petrificar algo, pero meterme vitalmente, confrontarme con una verdad como la que presentáis desde el corazón, desde la vida, desde la existencia, desde el Santuario Hogar, desde los nombres, desde Augusto, ya ahí está Dios presente. Y ante Dios, solamente cabe silencio, respeto, oración y mucha humildad. El testimonio que nos habéis dado yo creo que es un hito para este Congreso y también para Schoenstatt, por eso muchísimas gracias a Ignacio y Tere.
Yo solamente después de leer este testimonio que es como la Biblia. Está llena de textos que son de la vida, la cuentan, no es ideología. A pesar que hay mucha reflexión posterior — por eso están los teólogos — pero que está en la vida plasmada en la Biblia, es en la vida real de un pueblo. Hay un Evangelio que es vida, cuenta y hay cartas. También del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento que son vida. Es la que nos enriquece, la que nos acerca a Dios, porque ahí es donde Dios se manifiesta.
Solamente quería resaltar dos aspectos. Primero que nada, contar algo muy básico: a mí me ha tocado enfrentar este tema o confrontarme con este tema desde la vida, porque he tenido hijos espirituales pero también he tenido hijos espirituales homosexuales. E hijos y chiquillos que en la juventud, de alguna manera se abrían con mucha confianza y con mucho dolor, pero con mucha honestidad; he tenido seminaristas homosexuales que han ido como buscando el querer de Dios, me ha tocado como sacerdote, ya mayor, acompañar a religiosos y religiosas homosexuales y ahí no vale el planteamiento teórico; cuando la pregunta era ¿quién me llevó? o ¿quién causó la homosexualidad? Pues hay tantas teorías como personas. Por eso es que yo siempre digo: no me gusta hablar de homosexualidad, me gusta hablar de personas que tienen esta inclinación. Porque cada historia es única y hay que acercarse como tal a ellas. En esto ya de alguna manera respondo a lo que me plantearon y cuando se acercaron, cuando me dijeron que tocara el tema.
Nuestro Padre Fundador, él era un hombre de mucha reflexión, pero era un padre de una familia y veía personas concretas; y cuando veía a los seminaristas que tenía delante de él el 18 de octubre o antes, o cuando acompañaba comunidades, veía personas. Como nos dijeron esta mañana, no sé si la Hermana o el Padre, alguien nos dijo que el Padre cuando pensó Schoenstatt, pensó en una familia, no pensó en una organización que gestiona tareas o proyectos, que también los tenemos. Una familia también tiene proyectos y tareas, pero sobre todo es un servicio a la vida real y la vida en personas. Por eso es que mi experiencia en esto, me dice que conozco y que he estado en contacto y trabajando y dejándome enriquecer y dejándome tocar y rezando y llorando. Lo digo con toda honestidad. Ante este testimonio no cabe poner paños calientes, no valen “postureos”, como decimos en España, lo que vale es decir sí Señor, aquí hay un hijo tuyo, que necesita un apoyo, que necesita una ayuda. Esta experiencia es la que de alguna manera me permite y también el trabajar con familias, lo que me permite resaltar dos puntos que ellos Tere e Ignacio, ya han dicho implícitamente. Está todo dicho aquí, yo solamente voy a resaltar y le voy a poner nomenclatura ortodoxa cristiana, a pesar de que esto es puro Schoenstatt lo que nos habéis transmitido.
Lo primero, es el hecho que tener un hijo es un regalo de Dios, y eso es lo básico. En la nomenclatura que podemos poner, por las inclinaciones que tiene, por los talentos, de la realidad que tiene, es cosa nuestra para realizar nuestra tarea con ellos. Augusto va a ser siempre vuestro hijo y es un don de Dios para vosotros y para todos. Dios no se equivoca en este sentido, y nos da fuerza para construir, ya que es lo que Dios nos regala; nos regala la vida de sus hijos que en el camino se manifiestan de una manera o de otra, con una inclinación u otra. Esa es nuestra tarea: acompañarles, como bien habéis dicho; de pronto tenemos una idea idealizada de lo que deberían ser los hijos, y nos formamos con criterios de lo que debería ser. Está bien, de acuerdo, pero sin perder el sentido de realidad. Cuando nosotros tergiversamos o manipulamos el sentido de la realidad, en el fondo somos poco creyentes. ¿Por qué? Porque no creemos en el Dios de la vida, creemos en el Dios de las ideas que nos formamos de Dios. Perdonen la expresión: eso normalmente nos lleva a la frustración, a la apariencia, al fracaso, a hundirnos como tantas comunidades se han hundido. Mirar la realidad y ver ahí lo que Dios te regala. ¿Qué es lo que quisiera resaltar? Primero que esos hijos que Dios nos regala, no nos los regala solamente para el tiempo en que están entre vosotros; y a veces es una preocupación, os lo digo porque es algo que uno constata también cuando se tiene un hijo, entre comillas con una “deficiencia”, lo acompañamos, lo atendemos y la gran preocupación que me ha tocado ver en muchas familias es ¿qué pasará después cuando no estemos nosotros? ¿quién va a preocuparse de ellos? Pues también aquí vale la pregunta y yo creo que también os lo habéis planteado, porque este mundo nuestro ha comercializado nuestras debilidades, nuestras flaquezas. Nos utiliza comercialmente y el mundo de la homosexualidad es un pozo sin fondo para sacar dinero. A veces te sorprende que gente muy católica hace negocio con ellos, claramente. ¿Por qué? Porque de pronto encubrimos nuestros intereses con el nombre de valores, pero detrás hay intereses sobre todo económicos y ese mundo, lo digo porque trabajo, he trabajado y tengo contacto con homosexuales mayores, gente de 50, de 60 años y viven en ese carro de sentirse solos y abandonados. ¿Por qué? Porque ya no están sus padres, porque los padres se preocuparon de ellos, pero no prepararon a la familia ni a ellos para los desafíos futuros.
Resumiendo, creo que nuestro Padre nos da una gran respuesta profética y un gran desafío pedagógico.
Hoy día, el padre José Luis nos presentó las grandes catástrofes del mundo, y la hermana lo definía también citando al Padre ese “desarmar prácticamente toda la estructura social”; al hombre desarmarlo rompiéndole los vínculos. ¿Por qué? Porque los vínculos, las leyes del organismo de vinculaciones, nomenclatura tan acertada, es lo que sostiene nuestra dignidad como personas. Y esa escuela la tenemos en la casa; por eso es que la casa es el lugar donde nos educan, nos forman para la vida real, no la vida idealizada sino en la vida real. Como bien decís ahí y nuestra esperanza siempre la tenemos en Dios que es fiel; a través del amor que Dios nos entrega. Por eso es que vivimos en un mundo difícil, muy difícil, pero es un mundo lleno de esperanza porque tenemos testimonios como este, porque Dios está presente en medio de nosotros. Nuestra esperanza no está en que tenemos una gran organización, de alguna manera que cubre con aportaciones económicas o pedagógicas diríamos ciertas necesidades. La esperanza la construimos desde Cristo, desde el Señor y el organismo de vinculaciones no es obra de la genialidad de unos consejos o presidencias, que saben articular muy bien, con sus conocimientos; sino porque Cristo está verdaderamente presente, y que eso está presente en el corazón de cada uno. No nos olvidemos lo que construye nuestra esperanza para la vida real, es la presencia de Cristo en nuestras vidas. ¿Cuál sería por decirlo así el acompañamiento en nuestra familia para nuestros hijos homosexuales? En todo construir hogares donde el organismo de vinculaciones no sea una teoría que escuchamos, sino que sea realmente un programa de vida. Hay que resaltar una cosa: porque cuando nuestros hijos están débiles en el tema de su identidad sexual, están equilibrados con su mundo laboral, con su mundo de ideas, con sus vínculos fraternos, nos equilibramos. En esos vínculos naturales y sobrenaturales tenemos el sostén de nuestra dignidad y que nos permite hacernos fuertes para enfrentar la vida real, porque Augusto saldrá o salió ya de vuestra casa a enfrentar el mundo real, y si él tiene como experiencia de vida un hogar de referencia, va a estar fuerte para en la vida real, siendo homosexual, se puede equilibrar. Porque en ese mundo, en esa red de vínculos, en ese organismo de vinculaciones en el que hemos ido creciendo y madurando de acuerdo a las etapas de nuestra vida, contamos con el amor y contamos con el Dios que se hace presente en ese amor. Por eso ¿cuál sería el mejor acompañamiento de las familias para los hijos homosexuales? Mientras están con vosotros y después incluso cuando están solos: saber que pertenecían a alguien, porque el organismo de vinculaciones nos asegura la dignidad del amor y el sentido de pertenencia; yo pertenezco a alguien y el que se siente perteneciendo a alguien, es una persona fuerte y no necesita venderse. Porque el “moncho” del submundo de la homosexualidad, es una búsqueda de pertenencia. Se instala en el mundo gay porque se siente arropado, porque la Iglesia lo excluye, porque la familia lo excluyó, porque los hermanos lo marginaron. Estas son tres expresiones que les puedo poner nombre y apellido. Es un mundo donde para estar, tienes que entrar en su dinámica, tienes que consumir lo que te dicen, tienes que vestir lo que te dicen, pero cuando tú tienes sentido de pertenencia, por esa red de vínculos que sigue viva en tu corazón, vives en la esperanza de que tu vida no está condenada al fracaso y a la marginalidad.
Me decía hace poco un miembro del CIEES (empresarios y ejecutivos schoenstattianos) cuando hablábamos de la esperanza, porque puede quedar como palabra muy bonita. Para nosotros que seguimos a un Dios que lo que no quiere es que le temamos sino que confiemos en Él, fe es confianza y una confianza que surge del amor y eso nos motiva a esperar. ¿Es una esperanza pasiva? No. Mira, si queréis saber lo que es la esperanza cristiana, mira una embarazada; recuerden cómo se decía antiguamente a las embarazadas “está en estado de buena esperanza”. Parece que no hacen nada, pero están gestando una vida y esa es la esperanza que construimos, lo que Dios gesta en nosotros pero a través del amor que nos llega. Por eso ¿qué acompañamiento podemos ofrecer a la fe, a los hijos homosexuales? Que les ayuden de forma real a construir ese organismo sobrenatural y natural de vinculaciones que al final, cuando estás solo, te sostiene. El último elemento del vínculo que es tu relación con Dios; pero no es teórico sino que está anclado en lo que recibiste de tus padres y de tus hermanos, lo que recibiste de tu mundo de amigos. Nuestra respuesta al fenómeno de la homosexualidad, más allá de la parte técnica o médica etc –que pueden seguir investigando todo lo que quieran– está en Schoenstatt, en construir lo que nuestro Padre dice, y ahí estamos reconstruyendo; no solamente estamos dando sentido a nuestra familia sino que además estamos construyendo un mundo nuevo, nuestra esperanza no es solamente para nosotros, es para construir un mundo nuevo. Nuestros hogares son hogares de esperanza.
Un segundo punto que quiero resaltar y que el padre José Luis muy discretamente lo mencionó al final, citando al Papa y que yo agradezco profundamente al Forta (jornadas de fortalecimiento matrimonial), porque me tocó en el Forta profundizar en ese tema y es el valor del Sacramento del matrimonio. Si veis, siempre sacamos familia, familia, familia. Pero la familia es el proyecto de vosotros dos, lo que sostiene ese proyecto es vuestro Sacramento. Dios os dio un Sacramento y en vosotros, en vuestro amor real, está la fuente de la familia. Ese organismo de vinculaciones se construye con Dios pero no es el Dios mágico, es el Dios que actúa en el Sacramento de vuestro matrimonio. Decía la hermana Elizabeth que toda familia necesita de la gracia y es verdad; y eso nos muestra que la gracia actúa incluso fuera de la Iglesia, un tema para la pastoral de la esperanza. Pero la familia sacramental, se construye desde el Sacramento; es una familia que necesita de vosotros y con vosotros hace Iglesia, hace sociedad. Tenemos muchas comunidades, pero tenemos una comunidad que es sacramental, que la condición no es si son más o menos apostólicos, o más o menos comunitarios, siempre hay matices, pero lo que sí es o son: un Sacramento. Habéis hecho de vuestro amor, presencia real de Cristo; eso que puede sonar muy teórico pero es lo más real que hay, tan real como la Eucaristía. Como nos decía citando este teólogo: ahí Dios actúa, Jesús actúa en vosotros y desde vosotros construye un organismo de vinculaciones en el cual vuestro hijo se va a sentir siempre perteneciente, querido y fuerte para enfrentar desde su homosexualidad o desde su agotamiento físico o desde su enfermedad que le toque en la vida, –porque a todos nos tocan los achaques–va a tener la fortaleza para no perderse, no solamente no perder su dignidad, sino hacer fecunda su dignidad. Por eso es que nuestra gran tarea está en justamente vivir el sacramento del matrimonio, para gestar familia, porque a veces pensamos tanto en la familia que se nos olvida poner el Sacramento y lo damos como fundamento, pero lo enterramos; pero si no se cultiva el sacramento del matrimonio, las familia padecen; y muchas veces los jóvenes caen en la inseguridad sexual, de identidad sexual; porque tienen padre o madre, o tienen madre pero no tienen padres, porque la escuela está en el matrimonio donde Cristo realmente actúa “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Exactamente por eso quería resaltarles esas dos cosas para acompañar a nuestros hijos homosexuales: prepararlos no solamente mientras estén entre nosotros sino para toda la vida, cuando ya no estéis físicamente presentes; ¿cómo los preparamos? dándoles esa experiencia de un organismo de vinculaciones natural y sobrenatural donde él se sienta perteneciente. Pero para eso, la condición está en que viváis vuestro sacramento del matrimonio.
En eso quiero hacer una acotación y con eso termino. El sacramento del matrimonio vive del amor. Pero así dicho suena muy bonito. ¿Cómo se vive el amor? Pues entregándonos y nos dan pistas pedagógicas, etcétera, pero resulta que en Schoenstatt el amor tiene nombre propio y personalidad propia. Y esa personalidad, esa forma de amar donde Dios se hace presente en el amor, le llamamos nuestro ideal matrimonial. Si queréis saber cómo se aman ustedes, Teresa e Ignacio, es en vuestro hogar, en vuestro ideal matrimonial. Ese es el contenido del amor, si no el amor queda en un sentimiento que nos manipula o en un juego psicológico-pedagógico –todo eso es muy válido– pero el ideal personal y el ideal matrimonial, es la forma propia que Dios nos ha dado con nuestro amor. Y esa fue una de las genialidades de nuestro padre*. Por eso toda nuestra pedagogía se construye desde el amor. Porque Dios es amor y la forma como Dios se hace presente en vosotros es en vuestro ideal. El contenido de Dios, la huella de Dios en vosotros, está en vuestro ideal. ¿Cómo podemos ayudar y acompañar a vuestros hijos, a nuestros hijos homosexuales o a nuestros hijos solteros que no se casan –no hay forma de que se casen– o a nuestras hijas que no se casan, o a nuestros hijos que estuvieron en un seminario y salieron y quedaron dando botes, o nuestras hijas?. Todas esas situaciones que nos vienen en la vida real, implica construir desde vuestro sacramento matrimonial.
Estos dos aspectos son los que yo quisiera resaltar. Existen muchas técnicas de acompañamiento de la homosexualidad pero sobre todo, tenemos la sabiduría de Dios y yo de mi parte lo único que he podido transmitirles es un poco de mi experiencia en el acompañamiento de homosexuales. Acompañé y acompaño de todas las edades, de todas las condiciones: seglares y laicos, religiosos y sacerdotes, pero que están fuertes porque se saben que pertenecen a algún lugar. La Santísima Virgen nos ayuda en esta tarea; ella hace que descubramos a Cristo que es el que en su Sacramento se hace presente a la hora de realizar esta tarea.
Muchísimas gracias realmente por el regalo que nos habéis hecho. Muchas gracias.
*Se refiere al padre Jose Kentenich.