EMPRESA Y SOCIEDAD Nuevos Paradigmas parte 2 – Patricio Young (2013)

Este artículo que nos envía Patrico Young M., es un trabajo realizado sobre la visión de un Empresario Cristiano.  se publicó en dos partes la primera centrada en el punto 1 y la segunda en el 2 y 3. Nos comenta en esta segunda parte:  2.- La fe y la VidaSi queremos responder a la realidad planteada, desde nuestra dimensión empresarial, es preciso que generemos una mayor coherencia y consistencia entre los modelos que creamos, construimos y declaramos en el ámbito de la empresa y la sociedad. Sin este cambio de paradigma se torna muy complejo experimentar una consecuencia entre la fe y la vida.  

2.- La fe y la Vida
Si queremos responder a la realidad planteada, desde nuestra dimensión empresarial, es preciso que generemos una mayor coherencia y consistencia entre los modelos que creamos, construimos y declaramos en el ámbito de la empresa y la sociedad. Sin este cambio de paradigma se torna muy complejo experimentar una consecuencia entre la fe y la vida.

• En la Empresa: De fines de lucro, al desarrollo humano.

A pesar que la Doctrina social de la Iglesia nos plantea claramente el que «sobre toda propiedad privada pende una hipoteca social», esta visión no ha sido asumida en forma evidente, ni menos se ha constituido en el eje de la acción de los empresarios cristianos.

Mayoritariamente el empresariado nacional es declaradamente Católico, sin embargo su visión de empresa no difiere en nada de quienes no lo son. La razón. En este ámbito, consideran que la fe no tiene nada que decir. El manejo de la empresa es un simple tema económico. Mi fe esté en el ámbito de lo privado y la vivo a mi manera.

La sociedad ve una vinculación muy clara y directa entre el mundo empresarial con el mundo católico. Cuando constatamos que vivimos en un país marcado por: la gran concentración de la riqueza, una pobreza que bordea aún al 20%, una sociedad donde el abuso de algunos que tienen el poder económico se ha ensañado con los sectores medios y bajos de la sociedad; la realidad nos muestra a gritos una gran inconsecuencia. ¿Así son los cristianos? Cuan lejanos del «míralos como se aman».

Una muestra de lo señalado. El pasado 16 de noviembre aparece una inserción en el Mercurio de Valparaíso firmado por 4 sindicatos de CONAFE, empresa del grupo CGE, dirigida a tres familias de la región, propietarias del grupo, por el traslado de la gerencia de esta tradicional empresa a Santiago y el consiguiente despido de personal, todo como resultad de una pésima gestión corporativa que la llevó a importantes sanciones de la Superintendencia de servicios eléctricos por un verdadero desastre en el cobro de las cuentas mensuales. En uno de sus párrafos esta declaración pública señala: «¿Cuál es el espíritu que mueve las decisiones de estas familias profundamente cristianas y ligadas a las mismas corrientes políticas que hoy día prometen justamente lo contrario ( a lo que realizan) en sus compañías?»

No hay duda que hoy, más que nunca, nuestra sociedad nos sacará a la pizarra y nos pedirá consecuencia con nuestros principios. Ahora, naturalmente no todos los empresarios actúan de la misma forma, sin embargo siempre el actuar de algunos salpica al resto, cosa que ha podido constatar, en otro ámbito también, nuestro personal consagrado.

En una empresa cuyo único fin es el lucro, la fe se prefiere que no opere, porque si lo hace, cuestiona sus bases. Por lo mismo parece preferible mirar para el lado y vivir y alimentar una tremenda inconsecuencia que hoy ya no resiste más. Necesitamos una mayor coherencia entre la fe y la vida.

Es la hora de una revolución copernicana, como decía el Papa Francisco, de parte del empresariado católico en nuestro país. El que debe estar marcado por un gran cambio de paradigma.

En efecto, debemos ser consecuentes con el principio de la propiedad privada sobre la que «pende una hipoteca social» y por lo mismo nuestra empresas deben estar por sobre todo al servicio de la sociedad, antes que del sólo y exclusivo beneficio personal, familiar o de grupo.

Debemos pasar, de concebir como el fin de todas nuestras empresas la generación de riqueza, a la de generadora de bienestar y felicidad. ¡Esos debieran ser los índices que marquen nuestro éxito!

No hay contradicción alguna con la necesidad de que la empresa genere riqueza, muy por el contrario, es posible que genere la misma y más en la medida que el «capital humano» se sientan reconocidos, valorados como el centro de ésta y se beneficie también directamente de sus resultados.
Ver al Jefe, a un compañero de trabajo, a un subalterno bajo la visión del amor es vital para lograr cambios en las personas, para que colaboren en la tarea de mejorar la Sociedad y proteger este mundo que se nos regala para nuestro bien.
La doctrina social de la Iglesia es muy clara en señalar que el fin de toda sociedad humana está en la búsqueda de la realización del hombre y su felicidad. Las empresas son un medio que ayuda a ese objetivo y por lo mismo no son un fin en sí mismo como lo ha definido muy claramente nuestro Papa Francisco.

En esta dirección, parece algo insostenible que los católicos hablemos de «responsabilidad social empresarial». Insostenible porque si nuestras empresas tienen una «hipoteca social», nosotros tenemos UN DEBER, UNA OBLIGACION SOCIAL, que no nace de que tome consciencia de mi responsabilidad, sino que nace de las bases mismas de nuestra fe en Cristo. Además, no es una acción de RSE, es toda la empresa, por su esencia, la que cumple un fin social.
Por lo tanto ¡o somos o no somos! No hay más.

Así entonces el cambio de paradigma centrado en los trabajadores y en la sociedad, siendo el fin económico solo un medio, nos muestra que una empresa en esa dirección es total y absolutamente coherente con nuestra fe y posiblemente se haga más sustentables y rentable en el tiempo.

Ello nos obliga necesariamente a modificar los indicadores de éxito que hoy empleamos al evaluar nuestras empresas.

• En la sociedad: Del crecimiento del PIB al Índice de Felicidad.
Es necesario e imperioso que exista una coherencia entre la visión de empresa y la visión de sociedad. Solo así se generan dinámicas dinamizadoras y potenciadoras del desarrollo.
Pero hoy en este ámbito de la sociedad, también se nos produce el mismo efecto de contradicción entre la fe y la vida.
En efecto, si los niveles de desarrollo de nuestra sociedad la medimos en función del PIB nacional o per cápita, estamos transformando nuevamente la economía en un fin y no un medio. Como si la felicidad se midiera solo y exclusivamente por indicadores económicos.
En el correr de estos últimos decenios han nacido varios instrumentos de medición de nivel de Felicidad. Parece sorprendente que en el siglo XXI estemos hablando de medir el nivel de Felicidad de los pueblos. Pero que significativo es y cuanta profundidad existencial tiene para el hombre.
Para salir de las mediciones meramente económicas, las Naciones Unidas ha establecido el Índice de desarrollo humano, denominado «Índice de Felicidad Mundial» que considera: la esperanza de vida y la educación de cada país junto al PIB per cápita . Este índice es una de las principales herramientas de las Naciones Unidas para evaluar el desarrollo de los países.

En el cuadro siguiente se muestra la medición de este índice publicado el 2013 que representa un análisis del 2010 al 2012. El estudio anterior recogió información de los años 2005 al 2007.

INDICE DE FELICIDAD MUNDIAL DE LA ONU 2013

 

Hay otras instituciones, entre las que se incluye la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se están cuestionando la validez de unos resultados puramente financieros. De hecho hay estudios que demuestran que un nivel alto del PIB per cápita, no es directamente proporcional a una mayor satisfacción personal.
La OCDE habla del «índice de Felicidad» que está basado en: lo ecológico –cómo los ciudadanos respetan la naturaleza en su nación-, la esperanza de vida y la satisfacción de los ciudadanos. Este último criterio que podría verse algo subjetivo, en el nivel de salud tiene una representación más objetiva ya que condiciona su vida. Según la organización, el índice permite comparar el bienestar en distintos países basándose en 11 temas que la OCDE ha identificado como esenciales para las condiciones de vida materiales y la calidad de vida.
Según estudio del 2013, México, Chile y Brasil son de los países menos felices de la OCDE. Nuestro país ocupa el lugar número 34 entre los 36 países que la conforman.

Por otra parte, existe el Índice del Planeta Feliz (en inglés: Happy Planet Index) es un índice alternativo de desarrollo, bienestar humano y ambiental. Su primera publicación fue en el año 2006 y se publica periódicamente cada tres años. Es publicado por New Economics Foundation (NEF). Desde la segunda compilación realizada en 2009 considera datos corroborados de 143 países que representan el 99% de la población mundial

Índice del Planeta Feliz

2009 2012

 

 

Aún hay mucho por elaborar en esta dirección, pero hay un claro y definitivo cambio de paradigma que es el que debemos alimentar en nuestro país ya que es mucho más coherente y consistente con nuestra fe. Trabajar por una sociedad más feliz es sin lugar a duda un desafío que conmueve, porque sabemos que en ésta la fe indudablemente tiene mucho que decir.

Sabemos, por Cristo que la verdadera felicidad está en dar, más que en recibir, en la donación del amor, más que en el atesoramiento. Es en definitiva en la construcción de una sociedad solidaria donde todos seremos más felices.
Nuestro Padre kentenich sostiene que solo un hombre solidario formado en una familia solidaria, genera una sociedad solidaria. «Este espíritu de Solidarismo infunde alma a las estructuras jurídicas y económicas de la sociedad. Si los hombres no se sienten vinculados de corazón, la justicia será superficial y no fundada en la certeza interior de que el prójimo es un hermano y no un enemigo en el campo del libre mercado» .. estar unidos solidariamente el uno con el otro. Este es el auténtico Solidarismo; no se trata de un tipo de socialismo ni tampoco de comunismo. Solidariamente estamos unidos y atados el uno con el otro, el que está a la cabeza y la comunidad».
«A veces somos duros de corazón y de mente, nos olvidamos, nos entretenemos, nos extasiamos con las inmensas posibilidades de consumo y de distracción que ofrece esta sociedad. Así se produce una especie de alienación que nos afecta a todos, ya que «está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y de consumo, hace más difícil la realización de esta donación y la formación de esa solidaridad interhumana».»

3.- Consideraciones Finales
Es hora que seamos capaces de levantar nuestros paradigmas, que como ha señalado reiteradamente el Papa Francisco es la construcción de una sociedad «solidaria» que nos genere un crecimiento sustentable y más feliz.
Como Empresarios católicos tenemos el deber y la obligación de luchar por esta causa solidaria. «La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.»
«La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.»
En la integración de la fe y la vida, se torna fundamental responder hoy como empresarios consecuentemente con nuestros principios y generar una coherencia y consistencia entre nuestra visión de empresa y de sociedad. Es fundamental comprender que si el crecimiento no está contribuyendo al BIENESTAR y a la Felicidad, entonces no es sustentable ni tiene sentido.
Nuestra misión como empresarios cristianos es hacer de nuestra sociedad un espacio de paz y amor. Esa será la medida de nuestra salvación. Cristo cuestiona muy seriamente el Fariseísmo. Dios no nos preguntará si fuimos buenos, sino en que utilizamos nuestros talentos y en qué medida ayudamos a superar las injusticias, el dolor y el desamor.
«La Doctrina Social (de la Iglesia) no tolera que los beneficios sean de quien produce y la cuestión social se deje al Estado y a las acciones de asistencia y voluntariado. Es por esto por lo que la solidaridad es una palabra clave de la Doctrina Social. Pero nosotros, en este tiempo, corremos el riesgo de sacarla del diccionario, porque es una palabra incómoda, y también -permitidme- es casi una ‘palabrota’. Para la economía y los mercados la solidaridad es casi una palabrota».
«Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano.
En definitiva nuestra misión es entonces construir una empresa por y para el bienestar y la felicidad de quienes la conforman, aportando juntos solidariamente al bienestar social, para así gestar una sociedad más feliz.

 

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