A propósito de la virtud y de la ciencia económica…
Que el ser humano sea social por naturaleza podrá ser discutido en algunos ámbitos académicos, pero no encontraría objeciones en la práctica diaria de cualquier persona.
Esta sociabilidad natural hace que las relaciones que se establecen entre los individuos, oscile por dos polos: la amistad y la confianza, y la enemistad y la desconfianza.
Tal es así, que durante varios años (sobre todo en la llamada por algunos pensadores «la noche oscura de lo civil», donde Hobbes y Hume postulaban una naturaleza social basada en el egoísmo) primó lo individual por sobre lo social. Si lo social se daba, era por motivos egoístas y buscando el propio beneficio.
El mundo angolsajón se deslumbraba en ese momento (S. XVIII) con un libro ya clásico: La riqueza de las naciones, de Adam Smith. En la misma época pero en distinto lugar, surgía una concepción renovada del pensamiento sobre la sociabilidad natural aristotélico: es el humanismo italiano, cuyas reflexiones sobre el mercado y la economía marcan otro rumbo que lamentablemente la historia, por diversos motivos, no acompañó en su difusión en la misma medida que sí lo hizo con esa otra mirada más anglosajona. Que haya tenido más éxito la economía de Smith que la del napolitano Antonio Genovesi, no es extraño si seguimos las huellas propuestas por Max Weber.
Pero el punto interesante es que desde hace varios años y acrecentado por las crecientes crisis y fisuras que muestra el sistema económico capitalista y neo liberal, ha surgido una corriente que reflotó el pensamiento de estos filósofos y economistas italianos.
¿Cuál es la diferencia fundamental entre el escocés Smith y el italiano Genovesi?
Que Genovesi prima al afán de lucro, la amistad y la confianza. Que sin amistad, no puede haber confianza. Que sin confianza, no hay mercado que resista. ¿Esto significa que tengo que ser «amiga» de la justicia, del Estado, de la sociedad en general? La lógica de Genovesi es que debemos identificar la amistad con la asistencia recíproca. Una persona con esta reciprocidad no actúa movida ni por un motivo de utilidad (esperando que a cambio los demás hagan lo mismo con uno) ni por mero altruismo. La persona amigable quiere ser útil a los demás, teniendo confianza en que los demás también quieren ser útiles también. Es la llamada «racionalidad plural».
Este dato no es menor, porque entonces en la naturaleza del hombre afirmamos su predisposición al otro en tanto otro. Imaginemos un sistema económico donde la reciprocidad sea el objetivo (sin dejar de lado la maximización de la ganancia) ¿no pensaríamos en empresas o instituciones donde el bien del prójimo estaría a la par de mi propio bien?
Esto es lo que persigue la economía de comunión, y lo que nuestro Papa emérito Benedicto XVI afirmó en su (a mi criterio) mejor encíclica: Caritas in veritate. El movimiento de los focolares tiene grandes emprendimientos en esta línea económica y han llevado a la práctica estudios que avalan la teoría de Genovesi. Entre otras cosas, Genovesi resalta la unidad que hay en el hombre con respecto a la moral y al comercio. Pero ese tema exigiría un estudio más detallado.
Dentro de Schoenstatt no hemos elaborado algo tan concreto como los focolares. Extraño, ya que el pensamiento social del P. Kentenich se encuadra en la misma línea humanística… y Chiara Lubich es contemporánea al PK. Lo que sí tienen los focolares es gente que estudia, trabaja en Universidades y escribe en Revistas de divulgación científica sobre estos temas. El ámbito académico es indiscutiblemente el horno donde se cocinan los grandes temas que a la larga inciden en la realidad social, política, filosófica y económica.
Un lindo desafío que sumamos a nuestro año jubilar: si queremos lograr el hombre nuevo en la nueva comunidad, generar espacios de reflexión y de gestión económica y empresarial es un imperativo del tiempo. Sobre todo si el pulso del tiempo nos está mostrando que la brecha social entre ricos y pobres tiende a crecer de manera alarmante, pese a nuestros colegios católicos, nuestras universidades católicas y nuestros proyectos sociales…. No sólo generando Encuentro de empresarios (un colegio también es una empresa ¿verdad?) sino invitando y abriendo espacios a aquellas personas que tienen una alternativa a este modelo capitalista que cada vez se aleja más del mensaje de Cristo porque hace referencia al éxito personal (académico o profesional) y considera que lo social «se dará por añadidura» (como la teoría del derrame).
¿Seguiremos apostando a estructuras viciosas desde lo económico si eso no forja la nueva sociedad? ¿O apostaremos a un cambio en la visión de «una tercera vía»? Y este desafío no es sólo para el mundo empresarial: debería incluir especialmente a nuestros colegios y nuestras universidades. A veces los schoenstattianos nos quedamos demasiado en el mundo de las ideas y nos cuesta volver al mundo de los sentidos para justamente plasmar esas ideas. Estoy convencida que lo podemos hacer si profesionalizamos un poco más la mirada y ampliamos la perspectiva… El guante está arrojado… ¿Lo levantaremos en algún momento?
Evangelio Jueves 21 de noviembre de 2024
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