Es importante decirlo desde el principio. No se trata de una película hecha a la rápida, ni mucho menos desde el desafecto cristiano. Se trata de una obra de denuncia que le hace justicia al evangelio de Jesús por los valores que quiere entresacar.
La advertencia que hago al inicio de esta columna no tiene que ver con las fuertes escenas que hay en el filme, ni con el amplio abanico de prejuicios que se mueven en quienes nos acercamos a ella, más bien quiero advertir que me ha costado mucho escribir estas letras dada la delicada y cercana tragedia narrada. Corro el riesgo de ser injusto con la obra, y lo que es peor, con quienes han sufrido por los hechos de todos conocidos. Desde ya mis disculpas a ellos y estoy dispuesto a dejarme complementar por quien tenga opiniones discrepantes a las mías.
Esta es una historia bien narrada, una tragedia actuada con precisión, y que a pesar de un guión algo barroco en el uso de la cronología, deja fluir una historia atroz que ya desde años conmociona en primer lugar a las víctimas, a la Iglesia Católica y la sociedad chilena
Es importante decirlo desde el principio; no se trata de una película hecha a la rápida, ni mucho menos desde el desafecto cristiano. Se trata de una obra de denuncia que le hace justicia al evangelio de Jesús por los valores que quiere entresacar. La película está bien documentada, se asienta sobre la roca de los testimonios de las víctimas ante la justicia, y lo publicado en investigaciones periodísticas. No se dejó desatendido el estudio de los códigos y símbolos eclesiales, y en esto se agradece que la película no “guitarree” en lo referente a los usos, costumbres y vida cristiana. Se trata de escenarios bien planteados, creíbles, realistas, en los que con mayor razón se aprecian las perversiones y el aire viciado.
ugar a las víctimas, a la Iglesia Católica y la sociedad chilena.
Cualquier fórmula con palabras terribles que podamos imaginar le queda bien por título. Sin embargo la opción que se toma en la imagen del “bosque” que se hace explícita en el desarrollo del filme expresa muy bien lo extraviado que se halla su desvalido protagonista, lo oscuro de la atmósfera que lo impregna, el laberinto de afectos que lo envuelve y atrapa. Las escenas de abuso sexual y psicológico son explícitas, y en esto la película deja poco para la imaginación; advierto a las almas sensibles. Pero eso no es lo más importante, quizás lo más notable es que deje tan bien asentado hasta qué punto se trata de violaciones, en la medida que queda meridianamente claro que la libertad, y el alma frágil y noble de Tomy va siendo sorbida en un espiral macabro por la gelatinosa brutalidad del “santito”.
Un punto que llama la atención es la presencia o más bien ausencia de la mujer en el trazado de la película. La atmósfera de la parroquia es la de una secta que prescinde de las mujeres o las relega, y en la que asistentes y miembros se encuentran capturados por un líder carismático que los aleja de ellas. Se trata de una red en la que fluyen ágilmente los instintos de dominación y en la que no existe la presencia delicada de mujer alguna. La madre de Tomás está extraviada, la del sacerdote se encuentra aferrada a las seguridades de su status, la mismísima Virgen no es en cada plano, más que una imagen ausente a la que se rezan apurados rosarios, no es una mujer de verdad. ¿Dónde está la Madre? La excepción que confirma la regla está puesta en Amparo, la mujer de Tomás, que aun capturada por el sistema de opresión, se las arregla para elevar un suave grito que rompe la cerrazón de su esposo. Si me impresionaron los testimonios de la mujer en la que está inspirado el personaje es porque siento que se trata del contrapunto preciso que hacía falta; la mano de Dios toca delicadamente el drama para remecer el hombro en medio de la pesadilla y ofrecer un despertar para él y todos nosotros. Su delicada y fuerte feminidad, su apego espontáneo a la vida, es lo que hace posible un claro en ese bosque, y una huella para salir de él.
Y respecto a los varones… Aquí ya no se trata de un momento crítico en el proceso de hacerse hombre, como lo habíamos comentado en columnas anteriores. Esta es la historia trágica de cómo puede destrozarse el corazón de un joven en proceso de hacerse hombre, anulándolo en todas las dimensiones posibles. La única salida del laberinto será el milagro que brotará en su inesperado despertar a la paternidad.
Fuente imagen: Cinetvymas.cl