Por iniciativa del Poder Ejecutivo, en el año 2006, a 30 años del derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, el Congreso sanciona una ley por la cual se declara feriado nacional inamovible el 24 de marzo. Es un día oportuno para recordar y para profundizar en nuestro ser de argentinos: en nuestra historia que es dolorosa y muchas veces incomprensible, pero nuestra. Una plagada de luchas sangrientas e intestinas, que a menudo han hecho tambalear a todos los poderes. Es un día oportuno para reconciliarnos. El dolor por las muertes y por la violencia sin sentido trasciende las políticas y los gobiernos. Si queremos salir adelante, es preciso que nos reconciliemos entre nosotros mismos, con la historia, con el pasado, para poder encarar un futuro un poco más nítido, un poco más profundo y más humano. Es un día oportuno para reunir a las partes y volver a empezar. Si nos enfrascamos en la denuncia y en tergiversar los hechos, terminamos con la objetividad del hecho mismo. La historia no es otra cosa que el estudio del pasado. Y las interpretaciones pueden ser subjetivas, pero los hechos son plenamente objetivos: transcurrieron de una sola manera. No debemos confundir el hecho con la interpretación. Con lo cual, y debido a esta misma dificultad, el análisis histórico debe servir para aprender a escucharnos, confrontar las partes y comprender la perspectiva del otro. Es la única manera de entendernos. Sin este diálogo, que nace de la confrontación de ideas, no encontraremos la ansiada reconciliación. Todos sabemos por propia experiencia que pocas cosas son más difíciles que el diálogo. Porque allí mezclamos formación, preconceptos, puntos de vista muchas veces irreconciliables. Para poder entender al otro necesitamos de una empatía sincera y veraz, poniéndonos en la situación del interlocutor, tanto desde el punto de vista ideológico como psicológico y anímico. De otra manera el diálogo se convierte en un griterío en el que el objetivo es callar al otro por la fuerza, y no precisamente la de los argumentos. Ese no es el diálogo que debemos buscar; porque ése nos lleva al mismo lugar en el que estamos ahora: nos lamemos las propias heridas, pero no miramos las heridas del otro. Triste final el del individualismo. En lugar de buscar la venganza, Nelson Mandela les dice a sus seguidores: «Tomen sus armas, sus cuchillos y sus [machetes] y láncenlos al mar». Porque: «El perdón libera el alma. Elimina los miedos. Por ello es un arma tan poderosa». Ninguno de los que lo votaron imaginaron que Mandela iba a olvidar los 27 años de prisión y que no buscaría revancha. Una revancha que a los ojos de los comunes mortales era más que justificada. Sin embargo, su primera medida fue conformar un gabinete tanto con sus seguidores como con las mismas personas que contribuyeron en su encarcelación. Les dice a sus incondicionales: «Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero». No cualquiera sabe perdonar, porque el perdón es propio de las almas más nobles; es necesario dejar las convicciones, las ideologías, los intereses y las opiniones personales de lado. Hay que pensar en grande, a largo plazo, proyectarnos en un país que puedan habitar nuestros hijos y nietos, y no en el corto plazo, donde los intereses personales hacen que el interés quede en la detracción del otro y no en el bien común. Ojalá que esta fecha se convierta, con el correr de los años, en una fiesta en la que nos acordemos del horror, pero también de la reconciliación. Que no sea un hito para seguir zanjando posturas vetustas que ya no existen siquiera en la realidad de los ciudadanos, sino una para recordar: el Día de la Memoria. Para que tengamos presente todos los hechos de la historia, del perdón; para que aprendamos a olvidar esas ofensas que laceran nuestra alma y avalemos la reconciliación nacional; para que juntos, cualquiera sea la ideología, forjemos un país más justo. Porque una patria no se forma con los intereses de unos pocos demagogos, sino con el sentir del pueblo. Y el pueblo quiere y debe perdonar. Ojalá podamos suscitar, a través de la educación, personalidades capaces de orientar sus vidas hacia los valores más profundos y a los ideales más altos, dejando de lado las ofensas y sabiendo perdonar en serio. Porque es hora de empezar a festejar el Bicentenario mirándonos cara a cara, vislumbrando esa patria que está potencialmente, pero que tanto nos cuesta concretar. Parafraseando a Mandela: «Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero». No hay paz que se construya con la guerra ni con el odio. Los argentinos no vamos a tener paz hasta que no nos reconciliemos entre nosotros… Hacia allí debemos dirigir nuestra meta. Prof. Cecilia SturlaBuenos Aires, Argentina
Evangelio Jueves 21 de noviembre de 2024
La presentación de la Santísima Virgen María Evangelio según Lucas 19, 41-44 Trigesimotercer jueves del Tiempo Ordinario Al acercarse