La ganadora del Óscar a la Mejor Película del año 2009, «The hurt locker», nos invita a reflexionar sobre el tema de la agresividad desde perspectivas que salen del discurso normalmente asumido.
Primero que nada habría que decir que este filme abrió, acompañado de otros, la compuerta de la autocrítica en el medio artístico estadounidense respecto de cómo se han estado haciendo las cosas en Irak. No se trata de una película pacifista pero al menos se adentra con respeto en la problemática de una guerra que ha durado más de la cuenta y que deja heridos no sólo los cuerpos sino también los corazones de sus participantes.
Nos invita, a través de escenas de suspenso de buena factura, a descubrir el vértigo de la violencia, que hace brotar los circuitos de la justicia y al mismo tiempo los instintos primitivos del hombre amenazado. No deja de ser llamativo que sea a través de los ojos de una mujer, la directora Kathryn Bigelow, como se nos muestre el mundo varonil de un modo desnudo. El temor ante la cercanía de la muerte, el amor reprimido a los seres queridos, el honor de proteger la vida ajena, la adrenalina como droga de la que no podemos desprendernos. Se deja entrever la necesidad del complemento femenino en un mundo donde la fuerza bruta aliena y destroza, y la ternura se echa en falta de un modo atroz. Todas estas miradas vienen del ojo femenino que a su vez se inclina ante la solidaridad y amistad que viven los protagonistas, tanto entre ellos mismos como con la sociedad: Desarmadores de bombas que han quedado heridos por sus vivencias y preguntas.