La Encíclica Papal «Caritas in Veritate» transciende con mucho lo que podría comentarse en una columna, sin embargo, estimo que quienes tenemos la oportunidad de compartir ideas con nuestros lectores no podemos sustraernos a tomar una mínima parte de su enriquecedor aporte. «Caridad en la Verdad» es una mirada desde el magisterio de S.S. Benedicto XVI al mundo de hoy, que sustenta parte de su contenido en varias Encíclicas anteriores que se encarga de detallar al inicio de esta carta apostólica. Sin embargo, asume el contexto actual, en las dimensiones del desarrollo social y económico; de la sociedad civil; el papel de la autoridad política y entra en temas tan vigentes, como el desarrollo de los pueblos, el medio ambiente, la familia humana, e incluso la tecnología que trata en parte importante del documento. Me parece que hombres y mujeres deberíamos asumir el desafío de leerla, analizarla, comprenderla y aplicarla, con la seguridad que ello nos haría transitar a un mundo donde la globalización, gracias a una evolución que responda a la ética y donde prevalezcan sus aspectos positivos, permita lo que S.S. denomina «el desarrollo humano integral». En la Encíclica se específica que este concepto supone «la libertad responsable de la persona y de los pueblos: ninguna estructura puede garantizar dicho desarrollo desde fuera y por encima de la responsabilidad humana». Ya advertí que es imposible desarrollar todos los temas en una columna pero, estimo factible dar una mirada a este concepto central en el mundo de hoy. A mi juicio, Benedicto XVI está recordándonos lo que por milenios la Iglesia Católica ha enfatizado al colocar al hombre, hijo de Dios, en el centro de la actividad humana, como eje no solamente del actuar propio, sino como motor central de lo que Pablo VI reconocía como el auténtico desarrollo que «debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre». Demos una mirada a nuestro Chile, a la región, al mundo, en el contexto de un sistema internacional donde hemos vivido la crisis más grave del último siglo y en un mundo marcado por la incertidumbre y el cambio, así como caracterizado por profundas asimetrías entre aquellos que gozan de los beneficios del siglo XXI y otros que se mantienen estancados y sufren los efectos de la pobreza. En América Latina, hay más de 126 millones de pobres; concentra el mayor número de víctimas de delitos, un 74,5% pese a que la población corresponde a sólo el 8% del mundo (años ’90) y cuenta con el 75% del total de secuestros en el mundo (2003), finalmente nuestros jóvenes entre 15 y 24 años de edad corren 30 veces más peligro de morir asesinados que en Europa. Superar nuestras dificultades y lograr que el bienestar llegue a todo el hombre y a todos los hombres, requiere «cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don.» Por ello, nos pide Benedicto XVI «en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor.» Asumamos el compromiso al cual nos llama la Encíclica. Nuestro mundo nos exige a cada uno hacerlo con urgencia. Hacerlo implica que todo acto lo enfrentemos desde la perspectiva del desarrollo humano integral. Es decir no esperemos que el mundo a través de sus organizaciones, empresas o instituciones, hará triunfar el bien por sobre el mal. Los únicos que podemos hacerlo somos los hombres si emprendemos la tarea actuando como Cristo actuó. Lo resumiría en que ello implica primero, descubrir nuestra dimensión humana con pleno respeto a ella; a partir de allí entregarnos a todos sin distingos de ninguna naturaleza y finalmente preocuparnos de aquello que aqueja en sentido integral al hombre y no solamente en la pequeña parcela que nos gusta o corresponde. Para actuar de esa manera hay que pasar las fronteras de nuestro quehacer y los límites de nuestra comodidad. En el fondo transformarnos en activos instrumentos de Dios en la construcción de un mundo humanamente mejor. Así los problemas de Chile y el mundo tendrán opciones de encontrar soluciones. Nadie las dará si los cristianos convocados por la Encíclica no emprendemos la cruzada de acompañar nuestros actos cargados con la visión de la dimensión humana integral. Nota: Puede bajar la encíclica completa a su computador desde la siguiente dirección:
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