EMPRESA Y SOCIEDAD Nuevos Paradigmas parte 1 – Patricio Young (2013)

Este artículo que nos envia Patrico Young M., es un trabajo realizado sobre la visión de un Empresario Cristiano.  se publicará en dos partes la primera centrada en el punto 1 y la segunda en el 2 y 3. Nos comenta en esta primera parte: «La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.»  

«La vocación de un empresario es una noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida; esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.»
1.- Antecedentes
Este trabajo se desarrolló en torno a un grupo de empresarios schoenstatianos de Viña del Mar quienes quisimos entregar este documento a la Unión de Empresarios Cristianos (USEC)
El presente informe está complementado con nuevos antecedentes de la última exhortación apostólica del Papa Francisco.
En estas cortas líneas no se pretende hacer un exhaustivo trabajo sobre el tema, sino iniciar una reflexión que nos ayude a descubrir nuestro rol como empresarios en el Chile de hoy.
En una reflexión sobre «los signos de los tiempos», nos parece que hay dos grandes ámbitos, sobre los que vale la pena detenerse:
a) En el ámbito de nuestra Iglesia:
• Un nuevo Papa marcado por el carisma de Francisco. Consecuente con un estilo de vida más sencillo, una cercanía a la gente, con un lenguaje claro y directo. Con un mensaje sin eufemismos, claro y comprensible para todos, señala que «No se puede servir a Dios y al dinero»….Hay «algo en la actitud de amor hacia el dinero que nos aleja de Dios». Hay «muchas enfermedades, muchos pecados, pero Jesús solo destaca esto»: «la avidez del dinero, de hecho es la raíz de todos los males». Presos de este «deseo», constató el Papa, «algunos se han desviado de la fe y se han ocasionado muchos tormentos». Y con amargura añadió: «Es mucho el poder del dinero, que te desvía de la fe», incluso, «te quita la fe: la debilita y la pierdes».
«El dinero enferma también el pensamiento, la fe y la hace ir por otro camino. Estas palabras ociosas, discusiones inútiles… Y más aún… de aquí nacen las envidias, los litigios, las maledicencias, las sospechas malvadas, los conflictos entre los hombres corruptos en la mente y sin verdad, que consideran la religión como una fuente de ingresos. ‘Soy católico, voy a Misa, porque eso me da un cierto estatus. Me miran bien… Pero luego yo tengo mis asuntos ¿no? Soy un amante del dinero’ Aquí aparece una palabra que escuchamos frecuentemente en las noticias ‘Hombres corruptos en la mente’. ¡El dinero corrompe! No hay salida».

Si eliges «el camino del dinero», al final serás un corrupto». El dinero, tiene esta seducción de hacerte resbalar lentamente hacia tu perdición». Por eso, advirtió, «Jesús es tan tajante en este tema».

«No puedes servir a Dios y al dinero. No se puede: o el uno o el otro. Esto no es comunismo, ¿eh? ¡Esto es Evangelio puro! ¡Estas son las palabras de Jesús! ¿Qué pasa con el dinero? El dinero te ofrece un cierto bienestar al inicio. Va bien, después te sientes un poco importante y viene la vanidad. Lo hemos leído en el Salmo que esta vanidad llega. Esta vanidad que no sirve, pero te sientes una persona importante: es esa vanidad. Y de la vanidad a la soberbia, al orgullo. Son tres escalones: la riqueza, la vanidad y el orgullo». … Los primeros Padres de la Iglesia –hablo del siglo III, más o menos año 200, 300, decían algo muy fuerte: ‘El dinero es el estiércol del diablo’. Porque nos hace idólatras y enferma nuestra mente el orgullo y nos hace maníacos de cuestiones ociosas y nos aleja de la fe, corrompe».
Por lo mismo señala, que el dinero no hace la felicidad. «El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos, y terminamos empachados, pero no alimentados y es muy triste ver una juventud empachada, pero débil. La juventud tiene que ser fuerte, alimentarse de su fe y no empacharse de otras cosas».

El Papa habla claro y duro cuando le señala a los gobernantes: «En este sentido, los desafíos económicos y políticos del mundo actual necesitan un valiente cambio de actitud que dé al fin y a los medios su puesto preciso. El dinero y los otros medios políticos y económicos, «deben servir y no gobernar, teniendo presente que la solidaridad gratuita y desinteresada es, de forma aparentemente paradójica, la clave del buen funcionamiento económico y global»
El Papa Francisco es claro en cuestionar al mercado como un instrumento, que solo por sí, generar mayor equidad. «En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.»
«Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos.»

• Se abre una nueva etapa para el laicado, quienes históricamente nos hemos refugiado en los pastores y no hemos generado una voz potente propia, especialmente en lo referente a los temas temporales que es lo que nos compete.

Laicos y personal consagrado tenemos una corresponsabilidad con el destino de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI en un Mensaje a la VI Asamblea Ordinaria del FIAC señaló: «La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad referido, en especial, al papel de los laicos en la Iglesia, que deben ser considerados no como ‘colaboradores’ del clero, sino como personas realmente ‘corresponsables’ del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su propia aportación específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en cordial comunión con los obispos».
La Iglesia somos todos los bautizados y en ella todos tenemos igual dignidad pero diferentes funciones. De allí que no es posible que sean solo los obispos los que aborden las luces y sombras de la realidad temporal, ámbito que naturalmente nos compete a los laicos.
Esto se ha hecho más evidente, en momentos en que la Iglesia institucional ha perdido credibilidad en la sociedad, producto principalmente de los escándalos de destacados miembros del personal consagrado. La jerarquía naturalmente ha debido centrarse en su realidad interna y no parece prudente que salga a manifestar su posición frente a situaciones que vive nuestra sociedad, en estas circunstancias. Esta es la hora de los laicos y por lo mismo somos nosotros quienes debemos levantar nuestra voz frente a los temas temporales de nuestro país. Ello naturalmente nos exige mucho testimonio y una gran formación doctrinal y técnica para asumir el rol que el Vaticano II nos asigna y que no hemos sabido ocupar.

• Es la hora de un cristianismo marcado por la coherencia y la consistencia. El Papa Francisco ha partido con su testimonio que lo ha hecho creíble y respetado en el mundo. Es la misma coherencia y consistencia que ha exigido también a todos los pastores y personal consagrado. Es también la misma que todo católico debiera vivir.

Es la Radicalidad de Vida que implica nuestra fe en la que no hay espacio para el fariseísmo. «Pon a Cristo en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás defraudado! Miren, queridos amigos, la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza. Aparentemente no cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros mismos, todo cambia.

Sin duda alguna que estamos tocando un tema central de nuestra fe y que marca el nivel de encanto y desencanto de nuestros propios conversos y de quienes no se identifican con ella. Es justamente este testimonio de coherencia y consistencia el que marca el grado de santidad.

b) En el ámbito de nuestro país.

• Está marcado por una tremenda brecha social, que nuestros Obispos han señalado como un escándalo. «Es un hecho, sin embargo, que pese a los innegables avances en diversos campos de la vida en sociedad, no hemos logrado derrotar la pobreza extrema ni hemos alcanzado mejores oportunidades para todos. Es un hecho que hemos tenido un crecimiento sostenido en términos económicos, que ha significado una mejoría en las condiciones de vida de mucha gente, aunque subsiste inequidad en la distribución de los ingresos. Y es un hecho también que el crecimiento económico es sólo un aspecto del desarrollo de un pueblo. De otra manera no se explicaría esa sensación de malestar y desconfianza que existe en buena parte de los chilenos. Es una clara señal de que el crecimiento económico necesita ir de la mano de un desarrollo espiritual y cultural». Naturalmente en esta falta de desarrollo espiritual, es toda la Iglesia (laicos y consagrados) los que tenemos más de alguna responsabilidad.

Los informes de los países miembros de la OCDE nos muestran como uno de los países más inequitativos, y de esto está consciente hoy una gran parte del país. Aun cuando en el tratamiento, naturalmente no exista una visión compartida.

• Esta brecha ha ido generando una olla de presión social. Ello nos obliga a asumir una realidad social y política distinta en nuestra sociedad.
Un país donde las organizaciones sociales, las regiones y la comunidad en general se están empoderando de su rol en la sociedad y exige que se tome en cuenta sus opiniones y soluciones. El excesivo centralismo y desigual reparto de los recursos entre la capital y las regiones es otro factor que ha obligado a verdaderos levantamientos regionales que llevan inevitablemente a la necesidad de establecer Gobiernos Regionales con mayor poder e independencia del Gobierno Central.

Lo preocupante, es que no todos los sectores tienen suficiente consciencia que se puede estar encubando una gran presión social, que en algún momento puede reventar y poner en jaque nuestra democracia.

En esta dirección quienes debieran tener mayor consciencia de la situación, son nuestros empresarios cristianos, quienes están debidamente informados y tienen en sus manos mucha responsabilidad para dar salida a la situación. Lamentablemente al parecer, no hay total consciencia de la situación.

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