Lo primero que queremos resaltar con este tema acerca de la tecnología es que cada vez se vuelve más normalizada en la mayoría de las cosas que hacemos en la vida cotidiana. Están relacionadas a aparatos inteligentes y nos han venido a facilitar la vida; las generaciones más jóvenes están todavía más acostumbradas que nosotros a los aparatos inteligentes.
Como han venido a facilitar muchas de las funciones que hacemos, entonces no consideramos que ninguno de los aparatos inteligentes sean una amenaza porque están buenos y dan una satisfacción instantánea. El día de hoy los invitamos a que creemos conciencia sobre esta realidad que vino para quedarse. Pero ¿cuál es la relación que tienen esos aparatos inteligentes conmigo, con mi familia? y ¿cuál es el impacto que puede llegar a tener en mi vida? Para eso les vamos a pedir que tengamos este tiempo para conversar y que no piensen siempre en primera persona; no piensen que esto lo debería estar oyendo mi hijo de 14, o mi esposo o mi esposa. Piensen que son ustedes los que están oyendo. Cuestiónense sientan, cada una de las cosas que vamos analizando. Porque solo cuando tengamos conciencia, vamos a ser agentes de cambio, en los casos en que cada uno de nosotros detecte que hay una amenaza, para poder hacer lo que el padre Kentenich lo llamó a ser diferentes, a crear una nueva cultura; así que los invito a que empecemos a pensar en primera persona cuál es la relación que tengo con la tecnología.
¿Qué sienten cuando ven la tecnología? Enojo, desesperación, ansiedad, estoy perdiendo mi tiempo. Porque la mayoría de cosas que hago cotidianamente está relacionada con ella. Dependencia emocional y operativa en nuestra vida con los aparatos inteligentes. ¿Por qué? Porque se han convertido en herramientas en muchísimos cambios: en el ocio, en lo laboral, en el social en el educativo; además son herramientas que saben lo que quiero, lo que necesito y a veces me dicen qué es lo que quiero y qué es lo que necesito porque están dirigidos por algoritmos que se encargan de recabar toda la información que les damos. El negocio está en la mayor cantidad de tiempo que estemos nosotros conectados, porque más información va a tener el algoritmo y más posibilidad tendrá de darnos una satisfacción permanente e inmediata.
Este es un gráfico del año pasado donde está representados los países participantes en este congreso del CIOF: se refiere a la cantidad de horas al día que una persona consume de internet; algunos países estamos a la cabeza en consumo. Importante que nos demos cuenta de esta dependencia que tenemos. Tantas horas estamos ahí, que recibimos una cantidad infinita de información. Vivimos una era de la infoxicación, porque recibimos una cantidad ilimitada de información sin ningún tipo de fin. Vean la cantidad de millones de mensajes de WhatsApp y mails. Sabemos que en el mundo hay acceso ilimitado. Esto ha producido en nosotros una adicción y esta palabra no nos gusta y la reservamos para una connotación negativa. Sin embargo es importante que hoy veamos que es una realidad en nuestra vida; porque si hay adicción, quiere decir que no tenemos libertad. Porque el que tiene libertad, tiene la posibilidad de discernir, de escoger lo que es bueno y de aplicar lo que ha escogido. Si soy adicto, en realidad no va a ser posible para mí esa posibilidad.
¿Por qué se genera una adicción por los aparatos inteligentes? Nuestro cerebro reacciona a estímulos que producen los aparatos inteligentes, produciendo dopamina, que es un neurotransmisor que nos da una sensación de placer. La misma sensación que da el consumo de la marihuana. Entonces, a más consumo, mayor placer; y sigo consumiendo más. El momento en que decidimos cortar el estímulo es como que despertara el demonio de tazmania: nos ponemos furiosos e incómodos y nuestro cerebro empieza a producir en ese momento cortisol en lugar de dopamina y empieza a tener esta sensación de ansiedad. Este proceso del cerebro con el aparato inteligente, lo tienen todos a cualquier edad, adultos y niños. Más aún considerando que los niños y los adolescentes no tienen la madurez suficiente en su cerebro para tener este tipo de impactos. Si ustedes consideran que no son adictos y que esa palabra no los define, generalmente es lo que todos decimos. Empecemos a analizar ciertas cotidianidades ¿saben ustedes qué es la electrofobia? Es ese miedo irracional que me invade al no tenerlos a mano. Si soy de las personas que salen de la casa y tiene que devolverse porque no lleva el celular y empieza a dar mil y una justificación para hacerlo, puede ser que sí tenga que preocuparse por este tema. ¿Conocen este otro problema que se llama nomofobia? Es la necesidad constante de saber qué es lo que está pasando en las redes, en la vida de otras personas y de estar publicando todo lo que le esté pasando. Yo veo mucho esto en nuestros hijos y a mí. Es cada vez más peligroso porque los límites de la privacidad se pierden y la conciencia de lo que es el ámbito público o privado; y más aún nos damos cuenta que esas publicaciones se transforman en autoafirmación: porque dependerán de la cantidad de likes o de la cantidad de colores que obtengan. Pueden publicar cualquier cosa con tal de tener esos estímulos. Entonces estamos perdiendo la libertad hasta en nuestra propia identidad.
Otros detalles que nos permiten revisar cómo se compromete nuestra libertad y son cotidianidades, es observar cómo los aparatos inteligentes los hacen perder el autocontrol, que también es un elemento esencial dentro del ejercicio de la libertad. Todos tenemos alguna plataforma digital que nos da contenido ilimitado durante una semana. Para ver el próximo capítulo de la novela, nos puede suceder muy fácilmente que empecemos a ver toda la serie y no terminemos hasta que los ojos se nos están cayendo. Pero necesitamos estar permanentemente consumiendo; perdemos la capacidad de auto controlarnos. Igual nos pasa en una realidad virtual, donde creamos un personaje que tiene las cosas que yo no tengo, que te puede dar más satisfacción, de ser el campeón de la Champions sin necesidad de ser el que va a entrenar todas las tardes y a pesar de su esfuerzo se han quedado en la banca. Eso puede ser muchísimo más atractivo. Vemos de nuevo la libertad y el autocontrol.
También en la relación de nuestras parejas, ese autocontrol lo veremos sutilmente cuando decidimos coquetear en Tinder, cuando decidimos tener ciber sexo y nos decimos que aquí no está pasando nada, porque yo no estoy actuando en la realidad; pero puedo estar poniendo en riesgo mi relación matrimonial. Son cada vez más los matrimonios que terminan por este tipo de infidelidades 2.0 o virtuales, que sí existen en nuestro corazón y en nuestra mente.
Otro efecto de esta adicción está en que nuestro cerebro se vuelve cada más perezoso: ya no nos preocupamos de las direcciones, aunque sepamos a dónde vamos a ir, ponemos waze. Tampoco nos acordamos de los números de teléfono, porque están todos en ‘contactos’. Necesitamos además leer las noticias en forma virtual y que tengan características que nos hagan entenderlas en cinco minutos de atención, porque eso nos da mayor satisfacción.
No podemos evitar hablar del ChatGPT que es otra forma que viene a tratar de facilitarnos la vida; y la aplaudieron todos los estudiantes, porque ya no tienen que hacer las mismas investigaciones. Por otra parte para quien preguntaba o interrogaba era más sencillo. Lo que pasa es que es un caballo de Troya y que no nos dimos cuenta de la venganza que podía traer por dentro, pensando en la satisfacción que teníamos. Ahora gracias a esta Inteligencia artificial liberadora donde ya no solo recaba información sino que se introduce, está una gran discusión mundial en este momento, de saber cuál va a ser el impacto que va a tener: económico, político, social, en derechos humanos etc.. Grandes personalidades están pidiendo que podamos ver cuál va a ser el impacto en la persona; que no sea aplastada, que parecen sutilezas que las vemos como facilitaciones, que nos van a dar beneficios y no sabemos que estamos en esos momentos sacrificando nuestra libertad y parte de lo que podemos auto controlar.
Ahora vamos a ver algo de nuestra realidad, que es la vinculación profunda con las personas que están en nuestro alrededor. Con la tecnología es verdad que nos cuesta más generar ese contacto y sabemos que parte nuestra identidad como seres humanos es esa salida al encuentro del otro incondicionado socialmente. En nuestra vida estamos perdiendo ese contacto con las personas jóvenes, los que tenemos hijos de ciertos rango de edad en nuestra casa, cada día vemos a la juventud, a los muchachos, inundando las redes de fotografías o videos de lo que están haciendo y lo que les gusta verdad. Solo hace un par de años la universidad de Pensilvania hizo un estudio respecto a este tema, y el resultado de su estudio fue que el 30% de los jóvenes entrevistados dijo no tener amigos; otro 30% dice que no le interesa tener amigos; un 40% de los muchachos entre 16 y 24 años según la encuesta, plantean que el problema es que ante esa sensación de soledad, nuestros muchachos se están refugiando en la tecnología, en los que aumenta esa soledad.
No sé si han oído hablar de “Réplica”, que es un chatbot de temas sociales, que lo que hacen es suplir esta necesidad de comunicación y de apoyo emocional de los individuos a conversar o a chatear y replican lo que va a convertirse en similar al ser humano, en hablar como ser humano y a través de Inteligencia artificial captar y expresar emociones. También se le conoce como la computación afectiva. Esta ha caminado mucho más rápido y llegó con el objetivo de procesar, de comprender, y más tristemente de replicar las emociones humanas pero sin el calorcito del corazón. Ahí es donde tenemos que buscar y poner atención, porque estamos entrando en la era del individualismo. Les decía que nos cuesta más vincularnos socialmente.
Algo también peligroso, es que en las redes sociales empiezo a relacionarme solamente con las personas que piensan igual que yo. Entonces el hombre que comparte una misma idea o pensamiento lo contacto y converso, pero al mismo tiempo nos hacemos menos tolerantes con las diferencias en el pensar y sentir.
Sigamos con otras realidades a las que tenemos que poner atención. los que estamos casados, si nos identificamos por lo menos con una de esas fotografías (pareja cada uno absorto en el celular; o uno jugando entretenido y el otro aburrido; o similares), se nos tienen que encender las alarmas, porque estamos haciendo algo que se llama spoil que es ese acto de menospreciar a la persona que tengo a la par; también aquí en el celular, y eso es una forma de agresión porque además yo fui llamado por Dios para su familia, para que yo la cuide y proteja. Con esas actitudes que les describo, estoy diciendo que lo que estoy leyendo o viendo en mi celular es más importante que la persona que tenemos al lado, y entonces, nos convertimos en zombies tecnológicos y perdemos la “sacralidad del momento”, de la que nos hablaba el padre Kentenich, a cuidar de la sacralidad del momento. Si estoy sentado a la mesa con mi esposa viendo una serie de televisión, no estoy sentado a la mesa con mi esposa, ni tampoco viendo una serie de televisión con mi esposa. Equivale a no estar sentado a la mesa con la esposa ni tampoco viendo una serie con ella. Entonces, tenemos que ponerle atención y lo mismo sucede con nuestros hijos. Estamos utilizando la tecnología para suplantar la capacidad o la incapacidad de comunicación que tenemos con ellos, porque ciertamente es más fácil darles una tablet y que se entretengan; pero tenemos que buscar e invertir días en establecer estrategias efectivas, razonadas y creativas de suplantar los aparatos electrónicos. No se trata de decirle a mi hijo que le voy a quitar el celular. Así interrumpimos ese chat de dopamina y de satisfacción. Se trata de proponerle que deje el celular porque nos vamos a ir a jugar fútbol. Hay que invertir tiempo, y como toda en la vida: a mayor inversión mayor rentabilidad, en términos de amor y de conexión con los nuestros. Eso lo tenemos que hacer porque estamos dejando que nuestros hijos tengan un acceso incontrolado a la tecnología: después de la pandemia tiktok se disparó, nuestros hijos están consumiendo 90 minutos al día de tiktok. Yo creo que ese número se queda corto, es muchísimo más. Entonces, resulta que nuestros hijos tienen modelos de vida a tiktoqueros, youtubers o influencers que basan su fama en el número de seguidores que tienen. ¿Qué impacto está teniendo eso en la personalidad de nuestros hijos? En su autoestima; si también van a depender de cuántos likes tienen de sus seguidores.
Tenemos que tener de atención a este otra función de la Inteligencia artificial: la tecnología en metaverso. Llegaron para quedarse, más que un instrumento para juegos. Es tener la posibilidad de crear y vivir en un mundo paralelo. Tiene un impacto directo en nosotros, en nuestra autoestima, en la relación que tenemos con las personas físicas reales que nos rodean, en donde tenemos que poner atención y donde debería estar nuestro corazón. Tenemos que informarnos, prepararnos y afrontarlo directamente.
En resumen: en cuanto a la libertad y la autoformación, la capacidad de perfeccionar, de reconocer esas amenazas y tener la capacidad de decidir en cuanto a la dieta digital o cualquier dieta cada uno de nosotros sabe que tiene que disminuir o dejar de comer. Para eso tenemos que educar. Dejar la tecnología apagada en la mesa de noche, para que cuando yo me despierte la mañana, lo primero que haga es saludar a mi esposa. Cuando manejo también lo guardo. Tenemos que invertir tiempo. Ahí está la clave, ser padres presentes informados; comprender cuál es el camino para hacer eso a través de lo que nos propuso el Padre Kentenich de generar una nueva cultura, y principalmente que generemos en nuestras casas una educación en onda expansiva. Nosotros podemos decir mil cosas pero nuestros hijos van a repetir lo que nosotros digamos. Tenemos que empezar esa educación como onda expansiva: primero nuestra casa, luego nuestra comunidad, nuestro país y en el mundo. Para eso estamos aquí. Es nuestro llamado y es nuestro carisma.
Finalmente Milagros presentó el ejemplo de nuestra casa donde convivimos adultos cincuentones, un universitario de 18 años, un adolescente de 15, cuatro computadoras, tres tablets y cinco teléfonos celulares, así que desde la experiencia les puedo decir que cuando la familia se desconecta se conecta.