Evangelio según Lucas 19, 1-10
Trigesimotercer martes del Tiempo Ordinario
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
Hoy tengo que alojarme en tu casa
Es como si Jesús me dijera: “Ven, que hoy me alojo contigo, hoy me quedo con ustedes en tu casa. En tu casa que no está lista ni preparada. Quiero comer con los tuyos. No me importa lo que otros piensen de ti, ni tampoco lo que tú piensas de ti mismo. Ni lo que has hecho, ni lo que quieres hacer. Me importa lo que haces ahora, y las ganas de verme entre la multitud, entre lo que te distrae. Así que alégrate y concéntrate. Pasa un tiempo conmigo a mi lado, cerca de mi corazón, mirando mi rostro completamente humano y doméstico, para que, a través de él, puedas intuir mi rostro completamente divino y trascendental.
Me gustaría convertirme como Zaqueo, que había estado armando su vida por cosas que son satisfactorias, pero que no son lo mejor. Quiero aprender de la actitud de Zaqueo, tanto al buscar al Señor como al convertirse y regalar todo su patrimonio. Pienso en lo que me costaría hacer eso: ¡un montón! Estos últimos meses he visto lo apegado que estoy a cosas materiales y seguridades que no son más que una ilusión. Tengo miedo por solo pensar en entregar mis cosas y alegría por la ilusión de encontrarme con Jesús.
Señor quiero ser como Zaqueo. Regálame esa candidez y esas ganas de buscarte. Ven y quédate en mi casa, que no está preparada para recibirte. Quiero recibirte con alegría. Quédate conmigo en mi casa sin cortinas, donde no he colgado aún los cuadros, donde hay arreglos que debí haber hecho hace tiempo y donde hay una reparación que quedó a medias porque no logramos encontrar la fuga. Quiero empezar de nuevo. Toma la mitad de lo mío para tus pobres y, si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más. Dame Tú la forma de regalarlo todo, porque lo importante es que estás conmigo. Bendíceme a mí y a los míos. AMÉN