2. a. Primer principio: El orden de ser determina el orden de actuar
P. Rafael Fernández
Tres principios inspiran la concepción pedagógica de Schoenstatt. Los dos primeros son de origen tomista, y el tercero responde a una formulación propia de san Francisco de Sales.
Primer principio: El «orden de ser determina el orden de actuar»
El orden de ser objetivo, tanto natural como sobrenatural, que Dios ha puesto en la naturaleza de la criatura, debe ser norma y directriz constante en el actuar pedagógico. Este orden de ser conoce la permanencia de lo inmutable (la naturaleza de la persona humana, el ser del varón y de la mujer, etc.), como también la dinámica de la vida en desarrollo (las constantes que rigen el desarrollo psicológico de la persona).
De este principio deduce el P. Kentenich los conceptos básicos que orientan su pedagogía. El orden de ser determina las metas educativas, el ser del educador, los caminos y métodos que aplica. Todo ello en último término debe estar inspirado y justificado por el orden de ser querido por Dios. Así, por ejemplo, para el actuar pedagógico es esencial tener claro cuál es la meta que se persigue, cuál es el tipo de hombre que queremos educar.
Si el educador tiene una concepción materialista o freudiana del hombre, su actuar se desprenderá de esa concepción. Toda la actividad pedagógica está determinada por ella. La pregunta sobre qué entendemos por el ser del hombre, de la persona humana, es por ello determinante: la pedagogía es dependiente de la antropología que sustentemos. El educador de la fe tiene que tener claridad sobre el ser y la misión del hombre tal como Dios lo pensó al crearlo y lo reveló en la Sagrada Escritura. Esta visión del hombre cristiano es la estrella que debe iluminar todo el quehacer pedagógico.
Este ideal (“supratemporal”) del hombre cristiano despliega su riqueza de acuerdo a los tiempos. Cada época de la historia mira ese ideal objetivo en la óptica de los desafíos de ese tiempo histórico. Ello es lo que da origen, por ejemplo, al ideal del hombre cristiano ignaciano, o franciscano, etc.
En este sentido, el fundador de Schoenstatt ha resumido la meta pedagógica de Schoenstatt en el ideal del hombre nuevo en la nueva comunidad. Todo el estilo pedagógico de Schoenstatt está determinado por esta meta, pues el fin último siempre determina los medios para alcanzarlo.
Esta meta pedagógica busca formar personas que venzan al tipo de hombre despersonalizado, sin libertad, individualista y masificado que abunda en nuestro tiempo.
Schoenstatt quiere ser plenamente fiel al orden de ser querido por Dios. Agreguemos que el orden de ser comprende también una dinámica. Existe un orden dinámico del ser, es decir, este ideal (la meta del hombre nuevo que perseguimos en la educación) se va realizando progresivamente. El educador schoenstattiano debe considerar y respetar las leyes que rigen el desarrollo de la persona y la comunidad. En otras palabras, la antropología abarca una psicología. Es decir, el educador tiene que tomar en cuenta en su labor pedagógica la psicología de la persona, del varón y de la mujer, la psicología social, etc. Al hacerlo, se está guiando por el orden de ser.