La horrible matanza en la Escuela de Newtown de Estados Unidos, nos ha hecho reflexionar seriamente en este mes de diciembre. Veinte y seis personas murieron brutalmente sin razón alguna, producto simplemente de la locura de un joven desquiciado y con fácil acceso a armas de gran potencia. Sin embargo, en este acto de vandalismo extremo, hubo también un acto de amor extremo, que es bueno volver a recordar y que nos devuelve la esperanza en todo lo noble que habita en el alma humana.

Victoria Soto, joven profesora de 27 años, escondió a sus 20 pequeños alumnos en un armario y ella los salvó muriendo heroicamente. Probablemente, antes de caer asesinada alcanzó a mirar los ojos de su asesino, sin poder comprender lo que sucedía. Ella encarna con su propia vida la cima más sublime de la auténtica enseñanza: morir salvando a sus alumnos. Esa clase magistral de Victoria es la más grande «victoria» del verdadero amor. El mal más profundo es siempre inferior al bien. La bondad del corazón humano es capaz de salvar, no solo poéticamente, sino que ante esta cruda realidad.

El testimonio personal es una categoría esencial en el cristianismo, comenzando por el testimonio de amor de Cristo, que muere en la cruz por todos los hombres. «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros es porque son testigos» (EN,41). Esta cita de la encíclica «Evangeliinuntiandi» se hace realidad en Victoria Soto; ella fue la maestra que se hizo testigo y mártir.

Se menciona, a menudo con cierta banalidad, que la fe cristiana disminuye en el mundo y las estadísticas parecen confirmar este hecho. Pero por otro lado, la fe no se puede declarar con cifras matemáticas. ¿Cuánto vale el testimonio dramático de Victoria Soto? Lo que hoy importa es nuestro propio testimonio de fe en nuestra vida diaria. Desde los actos heroicos más pequeños, no por eso menos valiosos, hasta los momentos más estelares de la vida.

Vivir lo que creemos es el mejor regalo que le podemos hacer a Jesús en el día en que conmemoramos su nacimiento. No regalemos en esta Navidad por cumplir, no regalemos mentiras, sonrisas falsas, diplomacias mal entendidas, favores egoístas, terceras intenciones o falsedades explícitas. Regalemos autenticidad, coherencia de vida y verdad vivida.

Gracias Victoria Soto, porque con tu testimonio creemos más en la humanidad y porque aún existen verdaderas «maestras».