Schoenstatt y la política – Patricio Young (2019)

Ciertamente en nuestra Familia hay una legítima pluralidad de pensamientos políticos contingentes y el debate interno se enriquece con ello, pero a su vez, es necesario hacer un discernimiento y rayado de cancha claro y preciso, para lo cual es necesario escuchar lo que el Fundador nos dice y a que misión nos invita.

El tema político parece ser siempre un tema tabú para nosotros. Se prefiere callar y no abordar porque podría generar diferencias de opinión, las que habitualmente preferimos rehuir. Pero cuando miembros de nuestra familia, en Chile y otros países del continente, están siendo un actor relevante en la política nacional, es preciso tocar el tema con la debida altura de miras.

Es necesario reflexionar hoy y no mañana, sobre el significado desde Schoenstatt, ya que en nuestro país se comienzan a visualizar candidatos presidenciales, y  en la elección pasada, hubo miembros de nuestra Familia, que usaron las redes internas para instar a que se votara por un candidato determinado, porque según ellos, representaría mejor la visión de Schoenstatt.

Al respecto vale la pena recordar otros tiempos, los agitados años 70 en que este tema debió ser tratado por la Familia en medio de la gran lucha política nacional y también al interior de la Familia.

En dicha oportunidad se discutió el tema y se estableció que el pensamiento del fundador no se asociaba a una corriente política determinada y que los miembros de nuestra Familia podían participar en cualquier partido político, que ha su juicio contuviera los valores sociales devenidos del pensamiento social de la Iglesia y de la misión de Schoenstatt. Pero con una limitación; no podía ser de ultraizquierda, ni de ultraderecha, ya que ambos extremos trasgredían aspectos básicos de dicho pensamiento social y de Schoenstatt

En ese tiempo teníamos miembros que participaban en los extremos políticos (Patria y Libertad y MIR). Algunos llegaron a ser connotadas figuras. En definitiva, se planteó que nuestro pensamiento no puede avalar el proclamar la violencia, la xenofobia, la mantención de privilegios económicos y sociales, la demagogia, el populismo sea de derecha o izquierda, como armas para la conquista del poder.

No fue nada de fácil comunicarles esta decisión, pero hubo que hacerlo.

Es que el pensamiento de la Iglesia y el de Schoenstatt, no puede ser tan ambiguo, no puede estirarse de tal manera que todos quepan en su interior.

Ciertamente en nuestra Familia hay una legítima pluralidad de pensamientos políticos contingentes y el debate interno se enriquece con ello, pero a su vez, es necesario hacer un discernimiento y rayado de cancha claro y preciso, para lo cual es necesario escuchar lo que el Fundador nos dice y a que misión nos invita.

Respecto a su visión de la sociedad el pensamiento de nuestro padre es muy claro.

Cuestionó  lo que llamaba Estados Totalitarios: el Comunismo y el Nacionalsocialismo, que en su visión constituían el mecanicismo hecho estructura social. Y así lo demostró la historia. Pero también cuestionó a los Estados Democráticos, su ideología Liberal Capitalista, que a su juicio constituye el peligroso germen de un orden mundial mecanicista “El mecanicismo liberal en las propias filas (de los Estados Democráticos) en lo más profundo, no significa otra cosa sino un orden de estados mecanicistas, un orden mundial mecanicista. Por eso es que el germen de la muerte radica en las propias filas”. (P.K. Semana de Coronación 1946). Duras y proféticas palabras del Fundador dichas en plena euforia democrática post guerra y que muchos analistas actuales suscribirían hoy sin problema. El germen de la muerte está en las propias filas (de los estados democráticos): él lo identificaba como “mecanicismo liberal”, es decir la “liberación” de “toda ley supratemporal, de toda ley natural y de toda ley divina positiva”.

Sus palabras han sido lamentablemente proféticas.

Dentro de las estructuras democráticas occidentales, entre las cuales nos inscribimos, se ha ido incubando una cultura mecanicista que se manifiesta – en términos socio-valóricos-  en un materialismo individualista y ambicioso que pervierte la vida de las personas en busca de una felicidad principalmente apoyada en la búsqueda angustiosa del éxito personal y económico, al que se le sacrifica todo, empezando por la familia y los vínculos personales, y con ello, la capacidad de dar y darse, de experimentar la solidaridad como fuente de felicidad. El prójimo que está a mi lado no es un hermano sino un adversario, mi vínculo con él no es la solidaridad sino la competitividad.  Es el bacilo, diría el P. K., de una cultura que no nos hace felices y nos ciega a una visión trascendente de la vida, en la práctica, descristianizándola. En mayor o menor medida, es la vida real que está brotando de nuestras familias, colegios, universidades. Y no en otros lados, aquí, en nosotros, en nuestro país.

Una cultura solo puede ser vencida por una contra-cultura.

Desde Schoenstatt, en específico desde la Misión general y del 31 de Mayo, estamos invitados, no solo a renovar o revitalizar la vida espiritual – religiosa de cada uno, sino a participar en la “madre de todas las batallas”; la lucha por una nueva cultura religiosa-moral-social, por hacer presente otro modelo socio-valórico, una batalla que comienza hoy, conmigo, con nosotros, para incubar poco a poco, pequeñas corrientes de vida que algún día, no sabemos cuándo, solo sabemos que sí, se convertirá en un torrente  “para dar a los pueblos un nuevo destino”(H el P).

El Padre nos dice que desde sus inicios (Acta de Prefundación) Schoenstatt tenía ya insinuado el ideario de un Nuevo Orden Social (Plática 17 de junio 1967).  Su imagen socio-valórica es claramente el Solidarismo. Una sociedad donde prime la solidaridad por sobre el individualismo, pero respetando por sobre todo la libertad.

Cuando el Padre se refiere al Marxismo de su tiempo señalaba: “Y ahora, la gran perspectiva. Esto que quiere realizar el bolchevismo y el socialismo (mayor justicia e igualdad social), es lo que a nosotros (los cristianos) hasta el momento apenas nos ha resultado. Ciertamente conocemos el solidarismo y los grandes ideales del cristianismo en esta dirección, pero la supresión de la institución de las castas (sociales), el acercamiento de los diversos estados (clases sociales), de los más altos y de los más bajos, en la práctica, nos ha resultado tremendamente poco”.​

Para precisar su contenido aborda el sentido del poder y la autoridad y presenta al solidarismo como una consecuencia de su visión de la autoridad paternal: “… Con esto se arroja una fuerte luz sobre la manera y el modo cómo tenemos que darnos nosotros como superiores, como autoridad. En el concepto de «padre», encontramos expresado en forma clásica, lo que debemos y queremos hacer: estar unidos solidariamente el uno con el otro. Este es el auténtico solidarismo; no se trata de un tipo de socialismo ni tampoco de comunismo. Solidariamente estamos unidos y atados el uno con el otro, el que está a la cabeza y la comunidad”.​ (“Epístola perlonga”, 1949: “El Pensamiento Social…”).

Es la respuesta a la lucha de clases que propugna el marxismo y a la desigualdad social que conlleva el liberal capitalismo. El Padre Kentenich plantea que debemos enfrentar esta situación crítica de las diferencias sociales tan marcadas porque pervierten todo el tejido social, y sostiene que una visión solidarista de la sociedad es la respuesta:

“… Por eso hablamos con tanto gusto del solidarismo. Estas son las grandes preguntas que mueven el tiempo actual. No sé si han leído lo que escribí en 1948. Allí nos referimos a la gran visión del futuro del bolchevismo. No tenemos que pasarlo por alto. La visión del futuro implica una meta histórica y un sentido histórico: acabar con las castas; una cierta igualdad, libertad, fraternidad. En la perspectiva de la Santísima Virgen -de su Magníficat- tenemos que considerar todo esto en primer lugar con relación a Dios: Ante Dios somos como creaturas, como sus hijos, como miembros de Cristo, semejantes e iguales unos a otros. ¡Solidarismo! ​.

Pero con el tiempo, “este solidarismo tendría que mostrarse también entre los pueblos y las naciones, en cada auténtica y recta comunidad.” (Desiderio Desideravi 1963)​

Este espíritu de Solidarismo infunde alma a las estructuras jurídicas y económicas de

la sociedad. Si los hombres no se sienten vinculados de corazón, la justicia será

superficial y no fundada en la certeza interior de que el prójimo es un hermano y no

un enemigo en el campo del libre mercado”.​ (Epístola perlonga)

 

El Fundador nos está planteando una imagen valórica de la sociedad, como base del Nuevo Orden Social que es la consecuencia última de la Misión de Schoenstatt. No hay estructura más solidaria que la familiar.

Es por lo tanto trascendente para el Padre el trabajar, desde todos los ámbitos, y en especial del político, por una sociedad solidaria. Este es un criterio de discernimiento básico para un schoenstattiano.

​¿Ahora, como se concreta todo esto en nuestra vida social hoy?

Es fundamental ver como este espíritu solidario se materializa realmente, y no en las meras palabras, en las diferentes opciones políticas. Solo por poner un ejemplo: frente al sistema de pensiones, parece claro que, junto a la capitalización individual, se debería propiciar el fortalecimiento del pilar solidario, no solo por un criterio o cálculo economicista, sino también porque hace presente, socialmente, que el espíritu solidario es un valor básico de la sociedad y que todos, a través del Estado estamos aportando para los más necesitados: solidarismo social.

En el ámbito interno. Si contamos con colegios para los que, en palabras del Fundador, pertenecen a las “castas altas”, debieran procurarse que esos mismos establecimientos gestaran cada uno un colegio, de su misma calidad, para sectores bajos de la sociedad: solidarismo educacional.

Con esta misma mirada podríamos leer toda la visión social del Papa Francisco y veríamos que está muy en concordancia con lo que señala nuestro Padre, lo que refrenda la validez y actualidad de su pensamiento social.

El padre ya nos rayó la cancha con su visión socio-valórica. Es hora de que seamos capaces de responderle con el mismo fervor y la misma fidelidad que lo hacemos a la hora de defender su visión religiosa y antropológica.

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