07. El fundador y su exilio en Milwaukee

Normalmente, toda vida cristiana debe contar con pruebas: son parte de su autenticidad. Si esto tiene validez general, cobra aún mayor importancia y rpofundidad en la vida de los fundadores. Son pruebas que Dios permite a fin de purificar la fe y la entrega de sus instrumentos y hacerlos fecundos en el orden de la gracia, que brota de la cruz. El P. Kentenich no es una excepción de esta regla. A lo largo de su videa sufrió especialmente dos grandes pruebas. Primero, el nazismo lo confinó por tres años y medio al campo de concentración de Dachau. (1942-1945) La segunda gran prueba vino de parte de la misma Iglesia. El Santo Oficio lo separó de su Obra y relegó por trece años a Milwaukee, en Estados Unidos (1952-1965).

El motivo concreto por qué el Santo Oficio tomó la medida de separarlo de su Familia fue la falta de comprensión de su carisma y pedagogía. En la Iglesia preconciliar no existía todavía una plena comprensión para una espiritualidad y pedagogía que aplicaban, en todo y consecuentemente, la armonía de lo natural y lo sobrenatural; que veía en el amor humano una expresión, un camino y una garantía del amor a Dios; que no acentuaba lo negativo y el peligro de lo creado (la «huida del mundo»), sino lo positivo, sin dejar de ver por ello la realidad de una naturaleza herida por el pecado.

La rehabilitación del Padre Kentenich se produjo al término del Concilio Vaticano II. La nueva visión de la Iglesia permitió reconsiderar su caso y restituirlo a la Familia. En 1965 Pablo VI le otorga la plena libertad y, más tarde, Juan Pablo II destaca –al cumplirse 100 años de su nacimiento– su personalidad dentro de la Iglesia y avala plenamente su carisma como fundador de Schoenstatt.