a. Importancia y definición del Ideal Personal

P. Rafael Fernández

5. El Ideal Personal

a. Importancia y definición del Ideal Personal

Cuando el P. Kentenich formuló su doctrina sobre el Ideal Personal, lo hizo considerando la poderosa tendencia masificante de nuestra cultura, cuyo producto es el-hombre-sin-yo, interiormente vacío, discontinuo y despersonalizado. Y, por otra parte, visualizó con acierto la progresiva tendencia cultural de descristianización que hoy se hace cada día más patente. La nueva cultura genera para el cristiano actual un ambiente de diáspora, en el cual fácilmente es llevado por las corrientes secularistas y materialistas que conforman decisivamente en el ambiente en el cual vive.

El hombre sin yo, sin interioridad, sin médula ni principios sólidos, constantemente está expuesto a ser manipulado con facilidad por los medios de comunicación, los poderes políticos o económicos, por la moda o la frivolidad reinante. Es un hombre incapaz de establecer vínculos de amor con fidelidad, porque quien no se posee a sí mismo no puede darse a sí mismo.

Quien quiera ser cristiano en esta época, tiene una tarea difícil por delante. La mentalidad que reina en el ambiente no lo comprenderá e incluso lo rechazará. Resulta incómodo alguien que se guía por principios, apartándose del relativismo y que no se mimetiza con el estilo de vida dominante. El cristiano actual debe estar dispuesto a afirmarse en un medio adverso, donde se desconoce a Dios o no hay interés por él. Hoy no basta una fe recibida por tradición sin que haya sido internalizada o formas religiosas carentes de respaldo vital. Hoy se requieren personalidades de cristianos que hayan conquistado una convicción eminentemente personal de su fe y que hayan asumido conscientemente las verdades del Evangelio. El cristiano actual o define su personalidad y carácter propio o se diluye y mimetiza con un medio ambiente que contradice su propia identidad.

Estas realidades llevaron al P. Kentenich a destacar la necesidad de formar personalidades sólidas, libres, dueñas de sí mismas, que asumiesen en forma consciente su originalidad y el desarrollo de sus potencialidades; personalidades íntegras, con un norte claro, capaces de nadar contra la corriente y de desplegar creadoramente su misión propia en medio de la sociedad y para bien de la misma.

Por esto el P. Kentenich hace el llamado a salvar al hombre actual de la despersonalización y masificación, a tomar conciencia de que cada ser humano ha sido llamado por Dios como un ser único, revestido de la dignidad de ser una persona libre. Cada persona debe asumir su misión propia en la red comunitaria en la cual está insertado. Es en este sentido que él plantea su doctrina del Ideal Personal y muestra caminos pedagógicos concretos para orientar su autoformación y desarrollo personal.

Desde el punto de vista filosófico, define el Ideal Personal como «la idea original preexistente en la mente del Dios Creador respecto a cada persona».

Desde el punto de vista teológico lo define como «la imitación y manifestación original de las perfecciones humano-divinas de Cristo».

Y, desde el punto de vista sicológico, como «el impulso y la disposición fundamental que Dios depositó en lo más íntimo del alma, impulso, que fielmente cultivado, conduce a la plena libertad de los hijos de Dios».

• En estas definiciones afirma y aclara que Dios, al crearnos, nos pensó como individuos únicos y originales, irrepetibles, revestido de la dignidad de ser personas libres.
• Este llamado personal de Dios, adquiere su pleno significado a partir del hecho que él nos regaló su gracia, por la cual nos hizo hijos suyos, destinándonos a asemejarnos y a seguir
a Cristo Jesús en forma original.
• En Cristo nos dio el modelo perfecto de lo que debíamos ser, a fin de que nos conformáramos según su imagen, de acuerdo a nuestra realidad personal, poniéndonos en sus manos para llevar a cabo la misión que él nos ha confiado a cada uno.
• Todo esto lo llevamos en nuestro corazón, pues el Dios Creador y Redentor puso en nuestra alma los talentos y disposiciones interiores, tanto de orden natural como
sobrenatural, para que cada uno de nosotros llegue a ser lo que está llamado a ser. Así como la semilla posee la tendencia a ser plenamente lo que contiene en germen, así
nosotros, de modo análogo, tenemos en nuestra alma el impulso a realizarnos a nosotros
mismos de acuerdo a nuestra originalidad y misión personal.

En un ambiente cristiano, normalmente la búsqueda y realización del ideal se haría de manera más irreflexiva y espontánea. Tal vez no sería tan necesario asumir y cultivar en forma consciente un Ideal Personal. Pero hoy, como lo señalamos, esto se hace especialmente necesario. Las tendencias masificantes y despersonalizantes que reinan, el ambiente materialista y descristianizado que nos rodea, hacen necesario que cada persona descubra su propia identidad, su Ideal Personal o proyecto de vida y cuente con los medios pedagógicos que le ayuden a desarrollar su individualidad y potencialidades.

Se trata, por lo tanto, de formular de modo consciente del Ideal Personal. Esta formulación,

• primero, centra nuestra personalidad, pues capta y canaliza la tendencia fundamental que nos impulsa y, a la vez, nos orienta hacia una misión concreta que estamos llamados a realizar. El Ideal Personal es así un factor unificante de la personalidad, una «idea-fuerza» en torno a la cual nuestra vida logra organizarse y adquirir coherencia.

Por eso el P. Kentenich propone buscar, con la ayuda de la gracia, el Ideal Personal, formularlo y cultivarlo. Es decir, descubrir el «sueño» que Dios tuvo al crearnos; clarificar nuestra manera de seguir a Cristo e imitarlo y, para ello, cultivar con decisión y fidelidad las fuerzas positivas que llevamos en nuestra alma, hasta alcanzar, como dice el Evangelio, «la plena estatura de Cristo en nosotros».

• En segundo lugar, el Ideal Personal nos regala una sana conciencia de nuestro valor como personas libres y originales, insertadas positivamente en su medio. Nos saca del anonimato. Aleja de nuestra alma todo complejo de inferioridad o conciencia de no ser más que una pieza de recambio en el engranaje de la sociedad.

Por el Ideal Personal ya no somos un número o personas que zigzaguean de un lado a otro, sin saber a dónde se dirigen. Teniendo una meta clara, un proyecto de vida que orienta nuestro desarrollo, evitamos desperdiciar fuerzas. Nos sentimos útiles en la sociedad, porque asumimos la vocación y tarea propia que Dios nos ha asignado en Cristo Jesús.

• El Ideal Personal, en tercer lugar, nos lleva a guiarnos por una meta alta, mostrándonos horizontes y enalteciendo nuestras aspiraciones. Nos libera así de la mediocridad, de llevar una vida sin ilusión y carente de estímulo.

• Por último, el Ideal Personal orienta todo nuestro trabajo de la autoeducación. Las metas parciales que nos ponemos, especialmente a través del examen particular, poseerán así un punto de referencia que permite a la persona un desarrollo y crecimiento armónico.