Comenzamos un año ardiendo. Más de 50 focos de fuego en diversas partes de Chile. Una tragedia. No es un asunto del extremo sur, de las forestales: los bosques y la naturaleza nos conciernen a todos. Está a la vista que urge aumentar la seguridad en lugares públicos, bosques y parques. Cada árbol es un tesoro. Así como cuidamos edificios, caminos y puentes, lo mismo con la naturaleza.

Y esto comienza por tomar mayor conciencia cívica. El tema del medio ambiente dejó de ser broma, un asunto romántico, entretención de algunos grupos verdes que hacen ruido. Es un asunto de sobrevivencia. De seguir la explotación indiscriminada, las quemas masivas de áreas verdes, simplemente nos moriremos.

Hasta hace unos años, de Brasil desaparecía cada hora por obra del hombre la superficie equivalente a un campo de fútbol. No sé si seguirá así. Como sea, árbol que desaparece, árbol que es difícil de reemplazar. Se podrá poner otro, que crecerá lentamente y quizá nunca como el anterior. Y la naturaleza nos pasa la cuenta: napas de agua cada vez más escasas, mayor temperatura, sequedad.

Junto con el mayor cuidado de bosques y áreas verdes, debemos adoptar políticas de reciclaje más agresivas. Una encuesta aparecida hace unas semanas atrás, reflejaba que los chilenos hemos aprendido poco de aquello que en otros países es ya regla común. El chileno recicla porque es de buen tono, o simplemente porque están los recipientes a la vista para hacerlo, pero no con la conciencia de que la basura es elemento contaminante. El reciclaje de plásticos, botellas y papel es tarea urgente, que debe incorporarse al inconsciente desde la sala cuna. La justicia social comienza ahí: plástico que tiro en un parque o en la calle es basura que contamina y finalmente provoca males a otros.

Estos incendios son una invitación a reconciliarnos con el entorno, a cuidar mejor de él. Somos meros administradores de la creación, no sus dueños. Y debemos dejarla mejor de lo que la encontramos.

Se han conquistado grandes zonas del norte, robándole espacio al desierto, plantando todo tipo de árboles y parrones, lo que embellece el paisaje y regala verde a zonas muertas, donde hasta hace algunos lustros todo era piedra, sol y desierto. Hoy existe vida, gracias al trabajo tozudo del hombre. Pero no es suficiente.

Los incendios son un grito desesperado de nuestra naturaleza exigiéndonos un trato digno. Una prioridad que redundará en mejor calidad de vida para todos los chilenos.