Evangelio según Mateo 9, 27-31
Viernes de la primera semana de Adviento
Dos ciegos siguieron a Jesús, gritando: “Ten piedad de nosotros, Hijo de David”. Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó: “¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?” Ellos le respondieron: “Sí, Señor”. Jesús les tocó los ojos, diciendo: “Que suceda como ustedes han creído”. Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: “¡Cuidado! Que nadie lo sepa”. Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira
“Que nadie lo sepa”
Jesús parece decirnos: yo no quería que me siguieran por los milagros que hacía o por cosas extraordinarias sino más bien, por querer transformar su vida ordinaria, por darle sentido a la vida que ya vivían. Ya no estoy en medio de ustedes como un ser humano, pero sí lo estoy en cada acontecimiento que les ocurre y mi objetivo sigue siendo el mismo: que vivan su vida a plenitud y alcancen la felicidad del Padre. Cada cual podrá hacerlo, descubriendo su propio ideal personal y transmitirá sin palabras el testimonio de ser hijos de Dios.
Yo creo que, si hubiera sido uno de esos ciegos, tampoco me aguantaría de contarlo. La ceguera debe ser muy difícil de vivir y de repente ver todo; debe ser espectacular. Pero creo que Jesús no quería que uno se quedara en el milagro sino más bien en perseverar a pesar de no vivir cosas tan espectaculares. La vida cotidiana cuesta vivirla como extraordinaria y a eso creo que nos llama el Señor, a estar atentos a los detalles, a apreciar cada día con su belleza particular y así dar el sentido que tiene el ser hijo de Dios.
Querido Señor: gracias por los pequeños milagros de cada día. Haz que no me dejen indiferente y que sepa transmitir a los demás la alegría de experimentar tu presencia en cada situación de la vida. Tu Santuario, en medio de la ciudad, sin duda es un milagro patente. Haz que lo aproveche y valore y conduzca a los demás a la fuente santa de gracias. Que este tiempo de adviento que recién comienza, produzca el milagro de la transformación interior para la gran venida de la Navidad en que te haces niño indefenso y quieres que te cuidemos en nuestro corazón. AMÉN