Evangelio según Lucas 1, 26-38 

Tercer viernes del tiempo de adviento

 

Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir  y  darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

 

Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira

 

“¡Alégrate!”

 

Jesús parece decirnos: la primera palabra que dijo el ángel a mi madre fue: “Alégrate”, y ustedes podrán sorprenderse por esta simple pero gran palabra ya que seguramente cuando quieren decir algo importante a uno de sus hijos, o a alguna persona cercana, algo que puede significar un cambio grande o pequeño en la vida de ustedes o de ellos, seguramente dicen: “Pon mucha  atención”, o “escúchame bien”, pero este mensaje, que cambió a la humanidad completa, comienza llamando a la alegría y ese es el gran mensaje de Salvación: mi venida al mundo quiere ser un mensaje de alegría.

 

Quedan solo 5 días para el nacimiento de Jesús, y año a año voy profundizando en este misterio de Dios hecho hombre. Quedan atrás las penas, ya no hay angustia, no hay tristeza, no hay temor. Él trae un mensaje de alegría y nada ni nadie puede ensombrecer ese gran mensaje que llena el corazón de esperanza, que renueva las fuerzas para seguir luchando por construir familia, por ser refugio para otros, por dar calor al que está solo o triste y sentir que esa fuerza viene de la fe en ese niño que nace cada año en mi corazón. Voy a cantar con fuerza este domingo que será el tercero de adviento, domingo de la  alegría.

 

Querido Señor: gracias por venir a la tierra, gracias a tu madre que dio su Sí, gracias por nacer pobre en un pesebre para que todos puedan llegar a Ti, gracias por traer un mensaje de alegría, de esperanza, de saber que todo pasa menos tu Palabra. Quiero adorarte en el pesebre, reconocer tu presencia, entregarme a tu camino porque sé que eres la única fuente de salvación y la única posibilidad de llegar a los brazos cariñosos del Padre. Gloria  a Dios, el niño ha de nacer pronto en cada corazón. Aleluya. AMÉN