Evangelio según san Lucas 10, 1-9
Vigesimoctavo viernes del tiempo ordinario
El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan, sanen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira
No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias
Jesús parece decirnos: un mensaje sólido es aquel que muestra una actitud coherente entre lo que se dice y se hace. Todo lo demás es superfluo. Yo los envío porque es necesario, porque son mis profetas, son mis mensajeros y quiero que se sientan libres y despreocupados de todo lo que no sea estar enfocados en esta misión. También los instruyo en el actuar para que no se sientan desorientados cuando no los reciban y para que tengan la confianza de contar con la bendición de mi Padre. ¿Están listos? Vayan.
A través de la vida, cada vez llevo menos cosas cuando me toca salir de vacaciones o a alguna jornada. Los “porsiaca” ya no son tantos. Creo que esto es porque la experiencia es fundamental para tomar conciencia de lo importante. En este caso, saber que es Jesús el que da las instrucciones me tranquiliza, pero igual desobedezco y llevo conmigo “adornos”. Creo que lo que hoy me pide el Padre es irme despojando cada vez más de lo que no aporta y cargarme de la Gracia de Dios para cumplir mejor mi misión
Querido Señor: cada día me recuerdas mi misión, me invitas a ser libre a no llenar mi maleta de cosas que solo adornan. Gracias por darme la oportunidad para empezar de nuevo, cada día. Que nunca me olvide de estas palabras para ser libre y sincero en mi relación contigo. Tú me regalaste un ideal y me enseñaste el camino de Schoenstatt, el camino de la Alianza de Amor. Haz que nunca la olvide y que la cultive día a día para realizar el plan que escribiste para mí, y pueda servirte llevando tu mensaje a los demás. AMÉN