Evangelio según Marcos 2, 1-12
Viernes de la primera semana del tiempo ordinario
San Antonio, abad
Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y Él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a Él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: “¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino solo Dios?” Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, dijo al paralítico: Yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.
Meditación de Alejandra Castelblanco de Moreira
“Nunca hemos visto nada igual”
Jesús parece decirnos: los milagros sin duda conmueven, hacen que la gente quede asombrada y a lo mejor puede traer consigo una conversión. Sin embargo, después de un tiempo, se olvidan o quedan como algo sorprendente a lo que se asistió. Mi invitación va más allá, es a dar un giro al corazón, que cada día sea un pequeño milagro de conversión para que sea duradero, que permanezca en el tiempo y mejor aún produzca el milagro de convertir a otros por medio del testimonio de vida. No se queden pegados en lo deslumbrante sino más bien, en el detalle que va produciendo un cambio interior.
Hay cosas que me preocupan y que me gustaría que se solucionaran. Pido que se resuelvan pero últimamente me he esforzado más en entregar con fe ese problema y buscar lo que sí está en mis manos, como estar tranquila, de buen humor, buscar más lo positivo, abrirme a situaciones que me sacan de la ansiedad como mantenerme activa, hacer ejercicios, conversar más, esperar lo esperable…. igual ocurre el milagro que es permanecer fiel, el estar unidos como familia en la dificultad, el seguir trabajando por el Santuario y por construir un mundo mejor. Ese milagro no es mérito nuestro, es la acción de Dios en el corazón que sabe que todo pasa, pero el Amor no pasa.
Querido Señor: gracias por el milagro diario que es la acción de Dios en el corazón, constatar que el Amor no pasa. Ayúdame a no quedar pegada en lo deslumbrante sino más bien en el detalle, a descubrir lo que me aleja de Ti y erradicarlo como también lo que me acerca para potenciarlo. Gracias por estar en la humildad del pobre, en la sencillez del niño, en la bondad de las personas consagradas, en la maravilla de ser familia…. Haz que siempre descubra esos pequeños milagros que pones día a día frente a mis ojos y pueda repetir una y otra vez: “Nunca hemos visto nada igual”. AMÉN