Evangelio según Mateo 10, 16-23
Viernes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. En verdad os digo que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre».
Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira
“Sencillos como palomas”
Jesús parece decirnos: la sencillez es una cualidad esencial para vivir la fe. La sencillez supone que no tiene dificultad o complicación, no está excesivamente adornado, no tiene lujo. Una persona sencilla, mantiene con los demás un trato de igualdad, sin presumir de su posición o de sus cualidades, aunque sean superiores, así como de su actitud y comportamiento. La paloma es símbolo de paz, es linda, pero a la vez sencilla. Entonces, ser sencillo no implica ser descuidado sino más bien cuidar con delicadeza lo que se es, para no dar una falsa impresión. Los invito a revisar cómo están trabajando esta cualidad tan valiosa.
Me identifico con esta cualidad, me gusta proponérmela, me sale fácil acceder a ella, porque cuando me toca estar con gente sencilla, todo fluye, la confianza es más accesible. Por el contrario, cuando me toca la sofisticación, me cuesta abrir el corazón y se me hace más difícil vincularme con las personas, porque están muy adornadas y uno se encandila. Creo que la sencillez se puede cultivar en distintos ámbitos, en la forma de vestir, en el lenguaje. Sin embargo, una sencillez de espíritu supone una apertura de niño chico necesitado de un Padre que lo acompañe y lo guíe. Esa sencillez quiero tener.
Señor, reconozco tu invitación, me doy cuenta de que quieres que esté pendiente no solo de mi meta final sino también en las pequeñas metas que me propones a diario y que son igual de importantes o quizás más que la final porque precisamente esos pequeños desafíos son los que nos conducen a los brazos del Padre que es la gran meta del cristiano. Que aprenda a mirar con tus ojos, a oír como Tú lo haces y a actuar de manera coherente en mi vida para atraer más corazones a vivir este camino que es el único que conduce a la felicidad plena. AMÉN