Evangelio según Juan 6, 51-59

Viernes de la tercera semana de Pascua

 

Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede damos a comer su carne?” Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.

 

Meditación de Alejandra Castelblanco Moreira

 

 “…y yo lo resucitaré en el último día”

 

Jesús parece decirnos: “Tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo para salvarlos”. Seguro han escuchado esta frase miles de veces, pues bien, Yo soy ese hijo, Yo vine al mundo, Yo cumplí mi misión de salvarlos al morir en la cruz. Pero Yo vencí a la muerte. Resucité y ese mismo regalo tendrán ustedes si comen de mi carne y beben de mi sangre. La forma de hacerlo es vivir la Eucaristía. Quien está en conexión profunda conmigo, es difícil que no tenga una vida acorde al querer del Padre.

 

Siempre pienso en las personas que no creen en la vida eterna, me imagino que debe ser tremendo no tener esperanza. La vida eterna es un regalo que comienza a hacerse realidad en la tierra. Soy una convencida que, si uno vive con Jesús en el corazón, en su compañía, vive desde ya como si la Resurrección fuera una realidad. No es una espera pasiva a recibir el premio de la vida eterna sino más bien mostrar una vida que ya comienza a trascender porque Jesús es el que me anima a mostrar su camino.

 

Querido Señor: Gracias por hacernos hijos del Padre, gracias por tenerte a Ti, nuestro ejemplo y guía, gracias por darnos a la Santísima Virgen María, siempre dispuesta a escucharnos y acogernos en el Santuario. Gracias por regalarnos la esperanza, por tener siempre la posibilidad de volver a empezar, de enmendar el camino y hacer borrón y cuenta nueva. Gracias por el sacramento de la Reconciliación y el de la Eucaristía que nos devuelven la gracia y nos conducen a una comunión íntima y profunda.  AMÉN