Evangelio según Marcos 6, 30-34
Sábado de la cuarta semana del tiempo ordinario
Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella”
Jesús parece decirme: Mis amigos ya estaban cansados, maravillados y llenos de asombro, pero agotados luego de la misión. Pero ver a mis ovejas desorientadas me mueve a seguir dando. Tanto di que di mi vida por ellos en la Cruz. Ese es el amor que lo da todo, ese amor que quisiera que ustedes tuvieran por sus hermanos. Un bombero, un policía, todo el que sirve a otros, puede dar parte de sí o conformarse con hacer el mínimo a cambio de una retribución. Yo los llamo a dar el máximo, a no conformarse con lo mínimo, porque ese “extra” ya no se retribuye con dinero o reconocimiento, sino que con mi Amor.
Siempre me impresionó saber que San Juan Pablo II, siendo Papa, se confesaba por los pecados de los demás, pidiendo el perdón de Dios a nombre de otras personas. La fábula del Príncipe Feliz, la misma vida de Cristo, es un constante ejemplo de dar todo de uno mismo. No quiero ser mezquino con ese amor que puedo dar, y por eso creo firmemente que a eso me llama mi Ideal Personal. Es difícil, porque la tarea es vencerse a uno mismo, todos los días para seguir dando, tal como Cristo se compadeció de la muchedumbre, a pesar de estar cansado. Educar la voluntad a la luz del Amor de Dios parece ser una tarea que me va a llevar toda una vida lograr, si es que lo logro.
Señor Jesús, te alabo por haber fijado tus ojos en mí, indigno siervo tuyo, para pensar en mi propia identidad y moverme con mis aptitudes y habilidades a seguir la misión de mi Ideal. Va más de una década de eso y sé que aún no soy digno de tu amor y tu sacrificio. Pero también sé que no te interesa si soy digno o no, sino que me amas y mueres por mí simplemente porque Tú lo quieres así. A veces marcho como la muchedumbre, perdido y desorientado, pero veo patente tu acción en mi vida, y veo que no quieres que me escape, vienes por mí y me llevas en tus hombros. Que yo sea capaz de vencer mis propias limitaciones, Señor, para ser un poco más merecedor de ese Amor. AMÉN