Memoria de san Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia

Evangelio según Mateo 9, 35-10, 1. 5-8

Sábado de la primera semana de Adviento

 

 

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”. Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de sanar cualquier enfermedad o dolencia. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “Vayan a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.

 

Meditación de Gonzalo Manzano González

 

“Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”

 

Jesús parece decirme: Cuando les di poder a mis discípulos para expulsar malos espíritus y sanar, no les pedí nada más que anunciar el Evangelio. Ellos quisieron seguirme voluntariamente, respondiendo que sí a mi llamada. Eso ya indica que estaban dispuestos a predicar. Pero darles esta facultad fue algo gratuito. Claro que ellos estaban aterrados de la idea de compartir mi Palabra con el mundo, siendo que ellos no la entendían completamente, pero sanar y exorcizar, ya son palabras mayores, ¿no? Pues nada es imposible para Mí, y ellos recibieron gratuitamente el Espíritu para poder hacer todo esto.

 

Dar lo que tengo, sea que lo gané por mi esfuerzo o por simple liberalidad de Dios, es algo que siempre gratifica. Regalar alegría es algo que regocija el alma, da un calorcito que nos llena de gozo, que nos llama a glorificar a Dios, a darle gracias por la oportunidad. Qué lindo es sentirse amado por Dios, y compartir ese amor con los hermanos. Este parece ser el verdadero sentido de ser cristiano: dar a los demás lo que hemos recibido de Dios. De solo pensarlo, me reconozco encontrando un tesoro, y si lo internalizo en mi vida cotidiana, tengo la certeza de que ocurrirán cambios drásticos en mi forma de vivir cada día.

 

Señor Jesús, te doy gracias por todo lo que me has regalado. Me diste una esposa que todos los días me renueva las ganas de vivir para Ti, de darme con alegría y de cuidar siempre mi relación contigo. Me diste unos hijos que por el solo hecho de serlo, me permiten aprender cómo es que el Padre cuida de nosotros, aunque nosotros no sepamos verlo. Me has dado trabajo para poder servir a los demás y de paso sostener a los que me has encargado, y me diste padres y hermanos, que junto a mí navegan, más o menos cerca de Ti, la barca de esta vida. Te agradezco por la fe que has plantado en mí, que hemos logrado hacerla germinar. AMÉN