Evangelio según San Mateo 14, 1-12
Sábado de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Instigada por su madre, le dijo”
Jesús parece decirme: Así de importantes son las madres para los hijos. Instigado por mi Madre, realicé el milagro en Caná. Del mismo modo, Herodías influyó en su hija para matar a mi primo. Los hijos somos volubles a las palabras de nuestra madre, y por ello la responsabilidad de los padres es algo enorme, ya que son ejemplo e influencia para lo que serán los hijos en el futuro. ¿Eres un buen padre? Tu Madre en el Cielo también influye en tu vida, aunque no sepas verlo ni apreciarlo. Ella habla a mi oído, al oído del Padre, para influir e interceder por ti. Tú también influyes en tus hijos. Es importante que reconozcas esta responsabilidad.
Juan el Bautista es un clásico ejemplo de Apóstol, por mucho que no hubiese sido uno formalmente, él tenía clarísima su posición de heraldo de Cristo. Su muerte trágica por la incomodidad que generaba es algo que debemos aprender a digerir, en todas sus perspectivas. Herodías es un reflejo claro de una paternidad a la que no aspiro, esa influencia inconsciente de las consecuencias. Quiero ser un buen padre para mis hijos, y quiero ser un buen hijo para mis padres. Pero, sobre todo, quiero ser un buen hijo para mi Madre y Padre del Cielo. Quiero que estén orgullosos de mí y no quiero perderme en el camino, por difícil que sea el encargo.
Señor Jesús, no soy nada si no te tengo. Estoy desnudo ante el mundo si no estoy contigo, y si en algún momento te he hablado mal, te he desafiado o he querido que hagas algo que en tu bondad no has querido hacer, te pido perdón de corazón. Soy como un niño malcriado que va por la vida exigiéndole a su Padre que haga lo que él quiere con pataletas y enojos. No tengas en cuenta mis arranques egoístas e infantiles, y ten misericordia paternal de mí, que no merezco tanto amor de tu parte. Sé que me amas, aunque no lo merezca -he ahí la grandeza de tu Amor- y en verdad estoy buscando encontrar esa manera que me acerca más a Ti. Tenme paciencia, Señor. AMÉN