Evangelio según San Mateo 13, 24-30
Sábado de la decimosexta semana del tiempo ordinario
Jesús propuso a la gente esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”. Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”. Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo”
Jesús parece decirme: Sus vidas no están exentas de dificultades. Los males igualmente van a molestarlos, y a lo largo de sus vidas recibirán tanto bienes como calamidades. El dolor es parte de la vida, y si bien no he sido Yo quien ha querido que así sea, por su bien y por amor a ustedes he preferido que afronten esos problemas conmigo de la mano. Por eso les digo que confíen en Mí, porque no los dejo solos en ningún momento. Les ofrezco mi mano constantemente para que la tomen y no caigan en el camino, aprovechen que la tienen siempre a su disposición, y confíen en que jamás los dejaré caer si ustedes confían de verdad en Mí.
A veces siento que la cizaña me rodea por todos lados y me cuesta encontrar la mano de Dios entre tanta maleza. Cuánto me gustaría tener la fe que Cristo me pide. Qué pacífica sería mi vida si lograra cerrar los ojos y sonreír desde mi alma ante las dificultades, porque sé que Dios va conmigo y me protege de todo mal. Durante mi vida, he entendido que efectivamente así es, pero en mi fuero interno me la paso dudando de si efectivamente es así. ¿Cómo es que los santos lograron tener esa fe ciega y absoluta? Tengo certeza que Dios no me deja solo, pero tal como Pedro caminando sobre las aguas, tengo miedo y dudo. No sé bien cómo cambiar eso en mí.
Señor Jesús, hoy solo puedo pedirte fe. Te alabo porque eres mi Padre y Señor, y yo solo soy tu humilde servidor. Para mi vida quisiera solo fe, fe en que Tú no me sueltas la mano, porque así lo has dicho, pero tantas veces dudo y dejo de sentirte. Sé que Tú sigues ahí, esperando con tu mano extendida a que yo la tome, pero esa maleza parece un velo que me llena de miedo y me paraliza. En muchos sentidos, quisiera que tomaras esa cizaña y la sacaras de en medio nuestro, para poder verte bien y salir adelante. Por mientras, solo me queda ser valiente y atravesar la maleza y extender mi mano, para que Tú la tomes y me saques a la luz. Te pido fe, mucha fe, Señor. AMÉN