Evangelio según Marcos 16, 9 – 15

Sábado de la Octava de Pascua

 

Habiendo resucitado al amanecer del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios. Ella fue a llevar la noticia a los discípulos, los cuales estaban llorando, agobiados por la tristeza; Pero cuando la oyeron decir que estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después de esto, se apareció en otra forma a dos discípulos, que iban de camino hacia una aldea. También ellos fueron a anunciarlo a los demás; pero tampoco a ellos les creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no les habían creído a los que lo habían visto resucitado. Jesús les dijo: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda la creatura».

 

Meditación de Gonzalo Manzano González

 

“Les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído”

Jesús parece decirme: Marcos te habla de la dureza de sus corazones. Habiendo pasado menos de una semana de mi Resurrección, estando tan encima el cumplimiento de las promesas que hice de las profecías anunciadas, ni siquiera así se han creído. ¿Cómo no se los voy a reprochar? Tengo claro que mi muerte no fue algo sutil, y es comprensible que les haya impactado, tal como te impacta a ti, pero de ahí a no creer lo que otros de sus hermanos vieron, da cuenta de un corazón duro. Tú, ¿crees que resucité? Otros te han hablado de Mí. ¿Crees? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!

 

Esta semana después de Pascua debiera ser de regocijo, de fiesta completa. Alegría desbordada por la salvación que nos regaló Jesús. Pero veo también que el mundo se empecina por alejarse intencionalmente de esta salvación. ¡Cuánto me duele ver el afán autodestructivo del ser humano! También yo me veo dentro de este grupo de corazones de piedra, cuando me quedo solo en las pequeñeces de lo concreto, como si fuese una pared que me impide ver más allá, pero solo es un obstáculo que me impide ver la verdad. Debiera darme cuenta de que, con un poco de perspectiva, solo debo rodearla para ver más allá.

 

Señor Jesús, te abrazo nuevamente y me acerco humilde, postrado ante tu infinita majestad. Te reconozco como mi Dios, mi Señor y mi Amigo, creo en Ti y en la oportunidad de salvarnos que nos diste al dar tu vida en la Cruz. No quiero perderme en los espejismos que genera lo concreto, los velos que enceguecen la perspectiva que Tú nos invitas a tener. Abro mi corazón hacia Ti, porque sé que no tengo ninguna oportunidad de salvarme sin Ti, Señor. Gracias por tu sacrificio, porque quisiste cargar con nuestros pecados para liberarnos de su opresión y abrirnos las puertas del Cielo. Quiero seguirte de verdad, dame la fuerza, Señor. AMÉN