Evangelio según San Juan, capítulo 15, 18-21

Sábado de la quinta semana de Pascua

 

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que Yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.

 

Meditación de Gonzalo Manzano González

 

“Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.”

 

Jesús parece decirme: Parece raro decirlo, pero alégrense porque el mundo los odia a causa mía. Los mártires que murieron en la arena ante las fieras iban cantando y rezando a su ejecución. ¿Por qué crees que era? Ellos estaban por padecer una muerte cruel e injusta. ¿Ves la similitud? En otro texto evangélico les digo que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. ¡Esto es dar la vida! Si el mundo te odia, es porque antes me odió al punto de clavarme en una Cruz. A ti entonces, también te van a clavar, los insultos caerán como lluvia, te dolerá el cuerpo, pero tu alma estará feliz a mi lado.

 

Este texto ayuda mucho a entender por qué no está mal sufrir solo por el hecho de amar. Si las ovejas del Buen Pastor lo siguen porque conocen su voz, el seguir a Cristo es amar, y si por ello sufro, ¡bendito sufrimiento! Este mundo que arranca lejos del dolor, que busca constantemente esa felicidad pasajera, adictiva, en la que nos perdemos solo por tratar de disfrutar, sin mirar más allá de los próximos minutos. Sin perspectiva. El Papa dijo hace poco que los cardenales lo llamaron para llevar una cruz y para ser bendecido con esa misión. El mundo no entiende esa alegría que pesa sobre sus hombros.

 

Señor Jesús, te alabo de corazón por darme la oportunidad de conocerte. Me elegiste simplemente porque me amas, más allá de mis luces y sombras. No soy digno para compartir el viaje contigo, e igualmente quieres acompañarme. Si me odian, Señor, que siempre recuerde que te odiaron a Ti primero y que, por ello cualquier dolor que pueda sentir es solo una oportunidad de acompañarte crucificado. Santa María, educadora que sufrió al pie del madero ese odio que tenían por tu Hijo, quiero cuidarte y hacerte sentir orgullosa, porque eres mi propia Madre y simplemente quiero agradarte con mi dolor. AMÉN