Conmemoración de los fieles difuntos
Evangelio según Juan 11, 17-27
Trigésimo sábado del tiempo ordinario
Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén solo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Se que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“… pero yo sé que aún ahora…”
Es como si Jesús me dijera: “Yo soy el camino, la resurrección y la vida. Yo soy lo que realmente te importa. Yo soy lo que estás buscando y que crees que vas a encontrar en otras cosas. Dame tu vida. Reconóceme como tu Señor. Y, al igual que Marta, reconóceme con fe. Aun cuando pareciera que está todo acabado. Aprende tú de esa sabiduría sencilla. La que trabajó tanto, la que se afanó tanto; ella es la que tiene el descaro de pedir lo imposible.”
Cuando me enfrento a este texto, lo primero que tiendo a hacer es identificar lo más importante: cuando Jesús dice que Él es el camino, la resurrección y la vida. Sin embargo, cuando profundizo en la meditación, descubro cuánto me emociona la candidez con que Marta se acerca a Jesús. Y dice algo que podría parecer ridículo y sin precedentes. Pero era la verdad más grande. Cuando me enfrento a este texto, me lleno de ganas de ser como ella, y pedir grandes cosas a mi Señor.
Jesús, amigo y maestro. Gracias por la amistad que me regalas, al igual que fuiste amigo de Marta, María y Lázaro. Gracias por la maestría que imbuyes en los que trabajan sin cansancio como Marta. Quiero trabajar por tu Reino, Señor. Quiero trabajar por el Reino de tu Padre. Y que, cuando parezca que he perdido todas las esperanzas, pueda ir a Ti a pedir ayuda. Ahora mismo, Señor, quiero venir a Ti y pedir ayuda. AMÉN