Evangelio según san Lucas 12, 8-12
Vigesimoctavo sábado del tiempo ordinario
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido ante los ángeles de Dios. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará”
Jesús parece decirme: Esto parece raro, si el Padre, Yo y el Espíritu somos uno solo. Pero resulta que, cada uno de los tres, somos un aspecto distinto de una misma entidad. El Espíritu es nuestro Amor y es nuestro acercamiento a ustedes, el conocimiento que queremos que tengan de nosotros. De ahí los dones del Espíritu. De ahí el amor de Dios por ustedes. Es el espíritu el que entra en sus corazones para defenderlos ante la adversidad. Por eso, el que peca contra Él, reniega de ese amor y de ese conocimiento que queremos regalarles. Renegar del Espíritu es alejarse completamente de la Trinidad.
Me es extraña la separación que hace Jesús entre las personas de la Trinidad. ¿Por qué se podría perdonar a quien peque contra Él, pero no se perdonará a quien peque contra el Espíritu? El Padre nos ha creado por Amor. El Hijo nos ha salvado por Amor. El Espíritu es el Amor del Padre y del Hijo. ¿Será que es el Espíritu el que nos acerca a Dios? ¿Será el Espíritu, incluso más que Dios hecho Hombre, el que tiene la clave para llegar a la Vida Eterna? Entiendo que el Espíritu sea la sabiduría que Dios pone a nuestra disposición para elegirlo por sobre todo, y que de ahí no debamos pecar contra Él.
Señor Jesús, tengo claro que la Santísima Trinidad es un misterio de esos que no comprenderemos hasta que nos encontremos en el Cielo. Me es compleja como pocas cosas, y ni con el don de Entendimiento que me quiere regalar el Espíritu Santo podría comprenderlo. Por eso, dame fe Señor, porque en mi ignorancia, quiero hacer caso de tu recomendación. Quiero mantenerme cerca de ustedes, porque no concibo una vida sin Dios. Que cuando cruce por quebradas oscuras, no tema ni reniegue, porque sé que tu vara me protege. Perdóname, Señor, si te he fallado en mi fidelidad a la Trinidad. AMÉN