Evangelio según San Marcos 8, 1-10
Sábado de la quinta semana del tiempo ordinario
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Siento compasión de esta gente, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”. Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?” Él les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?” Ellos respondieron: “Siete”. Entonces Él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Recogieron siete canastas con lo que había sobrado”
Jesús parece decirme: Mis amigos trajeron siete panes, que era lo único que tenían para comer.
Siete panes y algunos pescados pequeños. De ese sacrificio comimos todos y sobraron siete
canastas. La multiplicación de esta comida no solo es un signo de que el Padre se preocupa por
sus criaturas, sino que es la multiplicación de los frutos que puede dar su sacrificio si se
encuentra anclado a mi Corazón. Todo lo que ustedes hagan dando de ustedes mismos para
alegría y salvación de otros, no pasa desapercibido ante mis ojos. Yo los veo darlo todo, por eso a
ustedes les doy todo y mucho más. Solo necesitan tener fe en Mí, y verán como sus panes se
convierten en canastas.
Esta lectura parece ser un clásico del cual quizás no se le pudiera sacar “más jugo”. Claro, un
signo de la divinidad de Cristo, un ejemplo de la fe que debemos tener para que Cristo pueda
obrar milagros. No es que Dios requiera de nuestra fe, sino que, de cara a nuestra propia
salvación, el creer en Él es imprescindible para entender su gracia. El tema tiene que ver con la
conversión verdadera, la conversión de nuestro corazón. Confiar de verdad, como un niño confía
en su padre, y así salir al mundo ofreciendo nuestros siete panes. Cuesta decir que sí, pero se
puede solo en Él.
Señor Jesús, no soy capaz por mí mismo de darte mi respuesta. Sin Ti, sin tu abrazo paternal, es
imposible para mi lograr pasar más allá de una mera buena intención. Claro, esa intención la
tengo, pero me reflejo en las semillas que cayeron entre espinas y que, si bien germinaron; por
los problemas de la vida terminaron por ahogarse. Necesito Señor que me ayudes a encontrar esa
paz que solo Tú puedes darme, para que no me confunda ni me pierda en medio del mundo.
Quiero ser un discípulo tuyo, y ofrecerte mis siete panes para que hagas con ellos un milagro en
favor de los demás. Quiero ser tu instrumento, y ofrecerme en serio como herramienta en tus
manos. AMÉN