Evangelio según Juan 3, 22-30
Sábado del tiempo de Navidad
Jesús fue con sus discípulos a Judea. Permaneció allí con ellos y bautizaba. Juan Bautista seguía bautizando en Enón, cerca de Salim, porque había mucha agua en ese lugar y la gente acudía para hacerse bautizar. Juan no había sido encarcelado todavía. Se originó entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío, acerca de la purificación. Fueron a buscar a Juan y le dijeron: “Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán y del que tú has dado testimonio, también bautiza y todos acuden a Él”. Juan respondió: “Nadie puede atribuirse nada que no haya recibido del cielo. Ustedes mismos son testigos de que he dicho: «Yo no soy el Mesías, pero he sido enviado delante de Él». En las bodas, el que se casa es el esposo; pero el amigo del esposo, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oír su voz. Por eso mi gozo es ahora perfecto. Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”.
Comentario de Francisco Bravo Collado
Esta es, pues, mi alegría…
El Bautista me dice desde el Evangelio: “Esta es mi alegría. Es Jesús, el salvador. Lo reconocí desde el vientre de mi madre, le preparé su camino antes de que llegara, y ahora que llegó quiero hablar de Él con gozo. Él es mi alegría. Es mi plenitud. Conviértanse a su Evangelio, que es una buena noticia, una alegría, un gozo, una plenitud. Y tú, hijo mío, aprende a vivir esta alegría como la vivo yo, desde el heroísmo y la frugalidad. Esta es la fiesta a la que te quiero invitar, una fiesta en la pobreza, una fiesta de locos y eremitas”.
Después de Jesús y de Pedro, el Bautista es la figura que más me llama la atención del Evangelio. Desde muy niño. Hay algo en este personaje, que vive alejado del mundo, comiendo saltamontes y vestido con pelo de camello, que me llama mucho la atención. Hoy día me sorprende cómo habla de la alegría: la alegría del Bautista es Jesús. En este texto, Juan relaciona la alegría con la plenitud, dice que él debe dejarse venir a menos para que el Cristo crezca. Esa alegría es la que quiero conquistar, una alegría llena de Cristo, donde yo renuncio a todas las dimensiones que impiden que sea Jesús quien brille.
Jesús, amigo y maestro, regálame la reciedumbre de Juan, que permite que seas Tú quien llene de alegría su vida. Hazme heroico y recio como este hombre del desierto, que es capaz de dejar las comodidades para ganar un bien mayor. Sé Tú mi plenitud. Conquista mi vida para que yo venga a menos y Tú crezcas. Utilízame como instrumento y hazme hijo de tu Padre. Dame fidelidad a la alianza que sellé con tu Madre. Enséñame a festejar y celebrar con una alegría interior que nace de lo profundo y no de lo superficial, enséñame a descubrir la plenitud en la frugalidad. AMÉN