Evangelio según Juan 6, 60-69
Sábado de la tercera semana de Pascua
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?” Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“Este modo de hablar es duro ¿quién puede hacerle caso?”
Jesús me dice: “Hijo mío, tú te agobias con este texto, pero deberías alegrarte. Te duele ver las fallas de tu vida, tu incongruencia; y ves como una extensión de estos pecados tuyos los errores de tus hermanos en la Iglesia. Si bien es cierto que mi lenguaje es duro, también es verdad que mi yugo es llevadero: yo no necesito que tu testimonio sea inmaculado porque tu pequeñez es parte de ti y me permite actuar en ella. Lo mismo con mi Iglesia. Quiero tu testimonio heroico y silencioso; sin aspavientos. Esa es la batalla que hay que ganar.”
Cuando leo este texto, me siento oprimido. Lo que dijeron los discípulos es cierto: el lenguaje de Jesús es rudo: nos dice que se está con Él o contra Él, nos dice que va vomitar a los tibios. Jesús nos pide que estemos con Él ahora, con esta Iglesia de hoy, con las crisis de nuestro tiempo… y, precisamente, me es duro seguir al lado de la Iglesia, porque también me siento muy herido por ella. Mientras toda la cultura del tiempo se enfrenta a la Iglesia, a mí me resultaría más fácil callar, o ignorar lo que sé que es cierto.
Jesús, ¿a quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna. Es cierto que estas palabras tuyas son duras; pero en esa dureza y en esa sobriedad me descubro más tuyo, porque me despiertan. Ayúdame a mantener la serenidad cuando veo que por culpa de un aspecto echamos a perder un montón de cosas buenas que hacemos. Dame paciencia. Déjame seguir tu ritmo de pastor. Enséñame que tu Padre deja que el hijo se vaya con la herencia, porque sabe que volverá. AMÉN