Evangelio según san Mateo 4, 25-5, 12.
Sábado de la semana 30 del tiempo ordinario.
Todos los Santos
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Meditación de Gonzalo Manzano González
“Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia”
Jesús parece decirme: Veo tu aflicción. Sé perfectamente que en tu corazón albergas agobios que son en realidad la honesta necesidad que crees tener de cara a tu vida cotidiana. Te comprendo y me lleno de humana misericordia por ti. Y por eso, esta bienaventuranza es la que te llamo a recordar. Sé paciente, ten tranquilidad, porque Yo te tengo muy presente, en un lugar especial de mi corazón. Yo antes que tú mismo, conozco tus necesidades, y tengo claro qué es lo mejor para ti, para quienes te he encargado cuidar y para quienes te esfuerzas tanto por ayudar. Tu paciencia tiene premio, mucho más allá de cubrir esas necesidades.
En este último tiempo la paciencia ha sido lo único que me ha permitido aguantar sin caer. Esa paciencia es la que alimenta mi resiliencia, la fortaleza tan necesaria para no caer. Es duro, muy difícil, porque en lo concreto, mi vida está llena de situaciones mundanas que exigen algo de mí, y como tengo solo dos manos, claro que me desbordan. Ahí, solo me queda refugiarme en los brazos de Cristo, porque en realidad, nada puedo por mí mismo, sino que solo puedo lograrlo si Él está conmigo. Solo la gracia puede salvarme, pero incluso en cosas tan terrenales como sacar adelante mi trabajo, nada puedo si no estoy refugiado en Él.
Señor Jesús, hoy vengo a tus pies, con el corazón apretado entre tanta presión interna y externa, porque en verdad solo contigo puedo seguir adelante. Gracias por esa promesa preciosa, porque es aquella verdad que solo por medio de la fe nos permite seguir adelante. Esa fe es otro regalo más, que me llega solo por tu don gratuito, y que hoy te pido con cariño filial. Madre querida, eres tú la que ha entrenado mi corazón para anhelar esta bienaventuranza y prepararlo para recibir esa fe que me permite salir adelante. Intercede por mí y los míos para no cesar en esa paciencia. AMÉN