Evangelio según Marcos 6, 45-52
Miércoles del tiempo de Navidad
Después que los cinco mil hombres se saciaron, enseguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y Él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo. Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
“Se retiró a la montaña para orar”
Es como si Jesús me dijera: “Que este texto, que tiene tantas sutilezas, sea para ti un llamado a unirte a tu Padre en oración de la forma en que lo hice yo ese día en el lago. Y también a que aprendas a construir para ti el espacio que requiere la oración profunda y sostenida. Busca tu espacio de soledad. Piérdete en la barca en las aguas profundas de tus sentimientos. Genera la apertura a un encuentro más profundo. Y así podrás participar del milagro.”
Cuando leo este texto me sorprende el poder de la oración de Jesús. Y no me refiero a su capacidad de hacer milagros sino que al hecho de que se haya quedado en el lago, a la deriva, todo un día, hasta el amanecer del siguiente. Permanece en oración. Sostiene. Yo también quiero aprender a rezar así. Hay un llamado en mi corazón a rezar así. Dejarme llevar por la marea y sostener mi centro uniéndome con Dios Padre.
Jesús, quiero ir contigo a la profundidad de las aguas. Quiero abandonarme al viento y la marea para poner toda mi mente, todo mi corazón y toda mi voluntad anclados en Ti. Me comprometo a tomar mi vida de oración con seriedad y hacerme responsable de construir espacios de intimidad, contemplación y silencio donde pueda experimentar tu presencia en mi vida con sencillez y fuerza. AMÉN