Evangelio según san Juan 17, 11-19
Miércoles de la séptima semana de Pascua
Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.
“Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros”.
Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos
Siento como si el Señor me dijera “como hijos de Dios, están llamados a vivir en unidad. No solo en una unidad de “tolerar” al otro, sino que realmente como hermanos que se aman y se cuidan entre sí. Por eso mi principal mandamiento es “ama a tu prójimo como a ti mismo”, ya que solo así la humanidad podrá ser un solo cuerpo. Pidan a Dios el don de esta unidad que nace al reconocer en el otro a un hermano, incluso cuando eso te obliga a salir de ti mismo, a renunciar a cosas, a poner el bien del otro por sobre el tuyo”.
Cuando veo tanta división en el mundo y en nuestro país, tanto discurso que agrede y condena al otro por tener una opinión distinta, tanta palabra que busca criticar y acusar los defectos en el otro -al mismo tiempo de justificar u ocultar las fallas de quienes consideramos “propios”, me dejo ganar por el desánimo o incluso por la indiferencia. Prefiero ignorar a los que de lado y lado se tiran piedras mutuamente, como si en vez de compatriotas fueran enemigos irreconciliables. Pero hoy el Señor me invita a no conformarme con esto, sino que a ser un instrumento para tender puentes y buscar esa unidad que Él quiere para nosotros.
Señor, Tú quieres lo mejor para tus hijos, y con tu testimonio nos has mostrado que la verdadera unidad se logra a través del Amor al otro, y ese Amor muchas veces duele ya que nos obliga a renunciar. Renunciar a nuestro orgullo, a nuestro tiempo, a nuestras ganas de tener la razón. Dame la humildad y generosidad de corazón para poder reconocer un hermano en mi prójimo, sobre todo en aquellos que soy incapaz de amar: el que habla mal de mí, en el que es injusto conmigo, el que considero intrínsicamente “distinto”. Ayúdame a mirar con tus ojos, para inundarme de tu compasión y misericordia. AMÉN