Evangelio según San Mateo 13, 44-46
Miércoles de la XVII semana del tiempo ordinario
Jesús dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
“Lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo”.
Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos
Siento como si el Señor me dijera: “el Reino de los Cielos es algo que escapa a cualquier valoración humana. Si realmente comprendieras su dimensión, todo lo que tienes, todas tus posesiones y tus logros, te parecerían algo mínimo, banal y sin importancia frente a ese Reino que Dios te quiere regalar para darte vida en plenitud. Pero para eso necesitas cambiar tu perspectiva, mirar la realidad con ojos de eternidad y no con la mirada que pone el acento en las cosas pasajeras que tarde o temprano te dejarán. Lo único verdaderamente eterno y duradero es el Reino de los Cielos”.
Me impresiona pensar que el hombre de la parábola no solo cambia todo lo que tiene por el Reino de los Cielos, sino que lo hace “lleno de alegría”. Estoy tan aferrado a las seguridades que -aunque en lo profundo sé que son muy frágiles- me dan mis logros, mis afectos o las cosas que tengo, que solo pensar en dejarlas de lado me causa terror y me parece una locura. Pero el Señor me recuerda que su invitación a amar la voluntad de Dios con radicalidad debería ser causa de alegría y plenitud, no de miedo ni de tristeza.
Señor, me cuesta tanto romper las barreras que mi orgullo construye a mi alrededor, el miedo a perder lo que siento que he construido, por mucho que sé que son cosas que, si Tú quisieras, podrían desvanecerse de la misma forma en que me llegaron. Ayúdame a liberarme de tantas cosas que me atan y que me impiden abrirme a tu invitación a no permitir que nada sea más importante que hacer tu voluntad y encontrar tu Reino. Que si un vistazo de ese Reino aparece ante mí, pueda reconocerlo, abrazarlo y no dejarlo ir. AMÉN