Evangelio según San Mateo 7, 15-20
Miércoles de la semana duodécima del tiempo ordinario

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos.

“Por sus frutos los conoceréis”

Siento como si el Señor me dijera: “en cada época de la humanidad han existido voces contradictorias entre sí, cada una clamando que habla en nombre de Dios, en nombre de un bien superior. Lo que ves ocurrir a tu alrededor actualmente ha ocurrido siempre. Por muy confusa que pueda parecer la realidad, cuando no sepas a quién creerle realmente, mira sus frutos. ¿Sus acciones ayudan a construir el Reino de Dios? ¿O crean división, caos, o injusticia? ¿Buscan proteger al más débil, o se cierran sobre sí mismos, ignorando el sufrimiento de otros?”

En esta época de tanto exceso de información, entre tantas voces que se pelean la verdad, ya sea en la sociedad o incluso dentro de la propia Iglesia, me siento perdido y sin saber a quién escuchar. Este Evangelio me recuerda que en la historia del mundo y en nuestra vida siempre ha habido y habrá momentos de mucha confusión, en los cuales, si no estoy atento, puedo terminar siguiendo una idea o visión que es contraria a la voluntad de Dios y me termine alejando de Él. O reduciendo a Dios a una idea que se acomode a mis propios criterios, en lugar de yo abrirme a su acción transformadora. Por eso, debo estar atento también a mis propios frutos.

Querido Señor, a veces me cuesta tanto identificar cuál es tu voz en medio de tanto ruido, de tanta contradicción, de tantas visiones opuestas que veo cada día muy cerca de mí. Dame la sabiduría de poder encontrarte, de no dejarme engañar por otros ni por mí mismo, para nunca alejarme de lo que es realmente bueno para mí y para quienes pones en mi camino. Regálame el amor para no juzgar con dureza a quienes considero equivocados, sino que simplemente anunciarte con mis acciones. AMÉN.