Evangelio según san Lucas 9, 1-6
Miércoles de la semana vigesimoquinta del tiempo ordinario
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: “No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Partieron pues, y recorrieron los pueblos anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos
“No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno”.
Siento como si el Señor me dijera: “si me sigues, si dedicas tu vida a seguirme y ser mi discípulo, nunca te faltará nada. Si pones tus dones, tu trabajo, tus relaciones, al servicio de construir el Reino de Dios, el Padre te dará todo lo que necesitas por añadidura. ¿Crees esto de verdad? ¿Eres capaz de seguirme con fe, completamente, sin poner ataduras ni límites a tu entrega? ¿O solo serás cristiano en la medida de lo que a ti te parece lógico o razonable?”
Qué distintos pueden ser los criterios de Jesús a nuestros criterios humanos: “no lleven nada para el camino”. Para mi mirada práctica y racional, salir hacia lo desconocido sin tomar las debidas precauciones y seguros, suena como una imprudencia, un acto casi irresponsable. Pero si recuerdo los momentos de mi vida en que he logrado entregarme verdaderamente, poniéndome a disposición del Señor, puedo testificar que es una promesa cierta: no solo no me faltó nada, sino que obtuve mucho más de lo que mis propios criterios, tan chatos y humanos, habrían podido prever.
Señor, una vez más, me llamas a dejar de lado mis seguridades y comodidades; a despegarme de todas esas cosas que me dan una ilusión de bienestar -que de un minuto a otro pueden derrumbarse, como nos has mostrado en forma tan patente este último año-, y poner la mirada en Ti. Te pido que estos tiempos de incertidumbre, en lugar de desanimarme, me ayuden a aferrarme de la única roca sólida, que eres Tú, y que me impulsen a buscar y proclamar tu Reino cada día, a cada momento. AMÉN