Evangelio según Marcos 3, 1 – 6

Segundo miércoles del tiempo ordinario

 

Jesús entró en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?” Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con Él.

 

“Apenado por la dureza de sus corazones”

 

Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos

 

Siento como si el Señor me dijera “tus acciones no son indiferentes. Tus opiniones tajantes, descalificaciones o juicios duros sobre los demás no son indiferentes. Es cierto: las otras personas se equivocan, pueden actuar motivadas por egoísmo, pueden auto engañarse y convencerse de que están haciendo el bien, cuando no lo hacen. ¿Pero no haces tú lo mismo? ¿No te dejas llevar por el egoísmo, por la pereza, por el descuido? Entonces no mires con dureza a los demás, recuerda que también son hijos del Padre Eterno. Usa la libertad que te ha sido dada para amar y hacer el bien, incluso a quienes son injustos contigo”.

 

Tantas veces me sorprendo juzgando duramente a otros, sobre todo a quienes considero que son duros e intransigentes. Tantas otras veces me sorprendo convenciéndome de que soy un “buen tipo”, justo, generoso, considerado. Hoy el Señor me invita a mirarme con honestidad y reconocer que puedo tener un corazón igual de duro e igual de soberbio que las personas que me permito criticar. Me llama a tener la humildad de asumir que no tengo todas las respuestas, que es muy poco lo que puedo comprender, y a mirar a los demás con la misma compasión que Él.

 

Querido Señor, ayúdame a no caer en las mismas cosas que critico y que causan dolor en los demás. Ayúdame a ser justo pero sin ser juzgador, a buscar la verdad pero siempre con caridad y poniéndome en el lugar de mi prójimo. Dame un corazón blando dispuesto a recibirte, a dejarse sorprender y modificar por Ti, asumiendo mi debilidad y límites. Que pueda hacerme humilde y pequeño para que seas Tú quien se hace grande y presente en mí. AMÉN