Evangelio según Mateo 1, 18-24

Tercer miércoles del tiempo de adviento

 

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: «Dios con nosotros». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“No tengas reparo en llevarte a María”.

 

Es como si el ángel nos dijera a nosotros, tal como le dijo a José: “No tengas reparo en llevarte a María, no la repudies aunque te resulte incómoda. No tengas reparo, aunque dudes. No tengas reparo de enamorarte de María, aunque sus frutos no sean tuyos, aunque tu vida ya deje de pertenecerte y se te exijan saltos mortales tras saltos mortales. No tengas reparo en llevártela, en amarla, en hacerla tu mujer, en ponerla en el sitio más importante de tu vida; no tengas reparo en empeñar tu corazón por el de ella, porque esta es la forma -la mejor, la más natural, la más hermosa de todas las formas – que Dios tiene para traer a Jesús al mundo”.

 

Hoy día quiero renovar mi amor por María. Un amor de hombre que confía, de hombre como José, orgulloso y tozudo que es capaz de abajarse y ceder. Me gusta imaginar a José enamorado de esta niña que va a tener un hijo que no es suyo. A este José, carpintero y rudo, incapaz de hacerle daño a esta chiquilla que evidentemente debió haber cometido infidelidad. Figurarme el alivio que debe haber sentido con el mensaje del ángel, el temor, y una vez que este temor desaparece, la época que sigue, una vez que se van a vivir juntos, en la cual puede conocerla a ella, estar juntos y compartir el día a día.

 

Señor, yo quiero llevarme a María a mi casa. No tengo reparos, es lo que más quiero. Quiero compartir mis días cotidianos con ella, que ella sea quien me aliente en mis proyectos, que ella sea la que comparta mis esfuerzos. Aún más, en vez de que ella me aliente en mis proyectos, quiero que sus proyectos sean los míos. Que mi amor por ella y el amor de ella por mí construyan a través mío el reino de su Hijo y, por medio del Espíritu, conducirlo todo hacia el Padre, donde pertenecemos. AMÉN