Evangelio según San Juan 15, 9-17
Miércoles de la cuarta semana de Pascua
Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.
“Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca”
Meditación de Osvaldo Iturriaga Berríos
Siento como si el Señor me dijera “no te preocupes ni pierdas el sueño pensando en el alcance o significado que tendrán las cosas que haces. Si pones tu trabajo y tu esfuerzo en mis manos, los frutos vendrán dados por lo que disponga el Padre, en formas y tiempos que no serán los tuyos. Por eso, solo ocúpate de permanecer en Mí, para que todo lo que hagas, desde los más grandes proyectos hasta las acciones más pequeñas, cobren su sentido y den frutos dentro de la voluntad de Dios. No para gloria tuya, sino que de tu Padre”.
Me sorprendo constantemente preocupándome de cómo las otras personas reciben lo que yo hago. Si bien parte de esta preocupación viene de una intención sincera de hacer bien a otros, también está muy condicionada por mi deseo de ver ya los frutos de mi esfuerzo, de ser reconocido y “querido” por los demás. Hoy el Señor me invita a liberarme de esas presiones que vienen de mi ego, y de abandonarme en Él, poniendo mi trabajo y mi esfuerzo no al servicio de mi noción de éxito, que es algo pasajero y que al final nunca sacia, sino que realmente al servicio de Dios, que es el único capaz de dar sentido y fruto abundante.
Señor, gracias por invitarme a servir a otros a través de mi trabajo. Ayúdame a asumir esta labor con humildad, sin buscar mi lucimiento o beneficio personal, sino que el servir a otros. Que nunca olvide que ser el primero significa hacerme pequeño y no rechazar ninguna oportunidad de servir; que por mucho que una tarea o algún encuentro parezca insignificante, Tú estás siempre ahí invitándome a amar, incluso en el secreto y en lo que nadie más ve. Quiero poner en tus manos todo mi esfuerzo y capacidades, por limitadas e inconstantes que sean, para que en tus manos de fruto abundante, aunque yo no llegue a verlo. AMÉN