Evangelio según Lucas 4, 38-44

Miércoles de la semana vigesimosegunda del tiempo ordinario

 

Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y Él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero Él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero Él le dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.

 

Jesús me dice a mí: “Vamos a otra parte, a otras ciudades, para predicar también allí. No nos quedemos solamente con lo que tenemos a mano, con lo que estamos haciendo hoy, sino que también vamos a las otras áreas que todavía no han conquistado para Mí. Ustedes son católicos cuando van a Misa, y en sus trabajos arman altares y participan en pastorales y ceremonias religiosas. Pero en las ‘otras ciudades’: sus relaciones, sus discusiones, su sexualidad, sus hobbies… ¿por qué no me incluyen ahí también?”.

 

Me impresiona este Evangelio en que todos buscan a Jesús, y Él se aparta y va a buscar a los otros pueblos, a los de las aldeas cercanas que aún no lo conocen. Yo también soy responsable de eso. En primer lugar con las dimensiones de mi vida que aún no le he entregado, pero también con las personas que interactúo con las cuales simplemente evito hablar de temas que me hagan mostrar mis convicciones religiosas. Hoy veo que Jesús me está llamando a refortalecer mis dimensiones apostólicas.

 

Señor, soy como los apóstoles cobardes que no se atreven a ir a nuevas zonas donde tal vez no me reciban bien. Me gusta que todos me busquen, pero no estoy dispuesto a ir a buscar a los demás. Regálame tu celo apostólico, hazme ver cuánto me necesitas a mí y cuánto quieres que te entregue de todas las áreas de mi vida. Cuida a mi país, donde hay tanta gente que te está buscando, y también bendice a aquellos que están en las ‘aldeas cercanas’ pero todavía no te conocen. AMÉN