Evangelio según San Marcos 9, 2-10
Martes de la decimoctava semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les parecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús: Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Esto se les quedo grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“Este es mi Hijo amado”.
Es como si Jesús me dijera: “Yo soy el Hijo amado del Padre. Yo soy el que es tan querido, el de la gran gloria, el que es el orgullo del Señor del Universo. Escúchenme. Sí a Mí, que soy el hijo amado, el Padre me pide sacrificio, y sacrificio de muerte y de cruz, ¿cómo será con ustedes? Entonces no se quejen. Vivan con heroísmo y generosidad, pero no se olviden que ustedes deben ser uno conmigo, y por lo tanto también son el Hijo Amado. Los invito a participar de esta dualidad.”
¿Cómo habrá sido para Pedro, Santiago y Juan estar en la Transfiguración? ¿Cómo habrá sido estar con Jesús y haber escuchado la voz del Padre en el Tabor? ¿Qué duda les habrá quedado de que estaban con el verdadero Mesías? Me gusta pensar que después de esta experiencia los tres tuvieron su propia historia. Cada uno con un sello muy diferente, pero en todas ellas con experiencias de transfiguración y de cruz mezcladas.
Jesús, en esta época yo quiero verte a Ti como mi Señor transfigurado. Quiero aprender a mirarte en tu gloria de Hijo amado del Padre, y a vivir en carne y alma lo que parece que hoy día tan pocas personas saben: que Tú eres el camino y la verdad, que eres el amado del Padre, y que la Cruz es parte de este camino. Invítame a subir contigo al Tabor. Déjame ser testigo de tu grandeza. Permíteme abrazarte a Ti, y en ese abrazo abarcar toda la vida tuya; con transfiguración y cruz, con muerte y resurrección. AMÉN