Evangelio según San Marcos 12, 13-17
Martes de la novena semana del tiempo ordinario
En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?». Adivinando su hipocresía, les replicó: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron. Y él les preguntó: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Le contestaron: «Del César». Jesús les replicó: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Y se quedaron admirados.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
“A Dios lo que es de Dios”
Es como si Jesús me dijera: “Este Evangelio habla de alinear el altar de tu corazón. Es en ese altar donde tu palabra, el logos, se organiza para hacerse carne. Es en ese altar donde tu ofrenda, el pan y el vino, se transforman en mi cuerpo y mi sangre para bendición del mundo. Entonces: ¡ordena tu corazón! ¿Qué, de lo tuyo, es de Dios? ¿Qué le compete a Dios y qué rol cumples tú en la consagración del mundo para que se transforme en su Reino? ¿Dónde está tu corazón y qué es lo que lo hace latir? Y ahí, en ese lugar, es donde te invito a discernir, para que veas con claridad qué nace de ti y de tu amor (de nuestro amor) y, por otro lado, qué nace de tratar de huir de Mí para servir al César o a cualquiera de tus dioses falsos.”
Esta meditación me hace recordar el cuidado y el cariño que se pone cuando se prepara un altar. Cómo se alinean las ofrendas, los símbolos, las especias, los sacramentos y, sobre todo, uno mismo para hacer un sacrificio lo más profundo y pleno posible. En mi propio corazón también puedo ordenar mis afectos, mis sentimientos, mis intenciones y mis reacciones. Quiero preparar mi corazón como un altar para celebrar, ofrendar, agradecer, admirar y pedir perdón a Dios. Alinear mi corazón me ayuda a usar mi palabra con integridad. Y esa palabra, orientada a Dios, se vuelve poderosa y sanadora para mí y los míos.
Señor, ayúdame a ordenar mi corazón. A sentirlo profundamente en cada minuto y estar consciente de cómo se mueven mis sentimientos y cómo llevo el altar de mi vida. Muéstrame cómo hacer que todo mi ser se oriente hacia tu amor que se derrama por todo el Universo. Muéstrame cómo dejar de sentir miedo y acomodarme, conformarme o relegarme, como si Tú no fueras mi Padre. Hazme valiente. Déjame ser testigo de la liturgia de la vida, donde tu cariño transforma mi corazón y es semilla de una palabra sana y plena, que germina hacia el mundo y entrega un fruto de serenidad y completitud que es, precisamente, lo que Tú quieres compartir con tus hijos. AMÉN