Evangelio según San Mateo 13, 36-43

Martes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario

 

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

 

Meditación de Francisco Bravo Collado

 

“… enviará sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido.”

 

Pareciera que Jesús nos dice: “Ustedes se han acostumbrado a una fe ‘buena onda’. Les gustaría que no hubiera infierno, que no hubiera juicio. Y, entiéndanme hijitos míos, sí hay infierno y sí va a haber juicio. Y sí hay formas de estar contra Mí, de traicionarme, crucificarme, y optar por otros caminos. Pero yo soy el único camino, y si no vienen por Mí, no van a ningún lado. No se confundan, porque Yo, que estoy dispuesto a desangrarme y morir por ustedes, que dejo todo el rebaño por ir por una sola oveja, también soy el Hijo de un Dios exigente y celoso.”

 

Me da terror mirar así al Señor. Me resulta más cómodo considerarlo únicamente como un Dios perdonador. Pero se me olvida que Él es un Dios paternal, no un Dios abuelo; es mi ‘Padre Dios’ y no un ‘Tatita Dios’, y por lo tanto, sabe corregir, exigir. Y también entregar. Es ‘fuego abrasador’ y, al mismo tiempo, ‘tregua en la fatiga’. Mi problema es que no soy capaz de mirarlo en todas sus dimensiones, y por eso siento terror; y me bloqueo ante Él. Me cuesta encontrar el equilibrio: cuando olvido su amor, me asalta el temor; y cuando olvido su exigencia, me vuelvo pusilánime y no le entrego lo que Él me pide para mi propio bien.

 

Señor, dame la gracia de brillar como el sol en tu Reino. Que ese brillo que hay dentro de mí, que fue puesto por Ti para que alumbre a todos, no se esconda nunca; porque tu luz no se enciende para ser escondida. Señor, muéstrame tu cara paternal: exigente y cariñosa, que saca lo mejor de mí para regalarlo a los que me rodean, aunque para ello tenga que sudar sangre y caminar el Gólgota contigo. AMÉN