San Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia
Evangelio según Lucas 4, 31 – 37
Martes de la semana vigesimosegunda del tiempo ordinario
Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: “¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!” Y su fama se extendía por todas partes en aquella región.
Meditación de Francisco Bravo Collado
… y los sábados enseñaba a la gente.
Pareciera que Jesús nos dijera: “El domingo de los míos, que es el Sabbat con resurrección, es el día que yo enseño a la gente. Ese día produzco milagros entre quienes me van a escuchar, ese día es cuando yo manifiesto el poder de mi Padre a través mío. Pero para que los milagros sucedan, para que yo expulse los demonios que tienen adentro y cure sus enfermedades, deben pedirlo con toda el alma y con todo el corazón, estar realmente compenetrados en lo que hacen. Los antiguos se asombraban de Mí y de mi autoridad, ustedes simplemente se contentan con asistir y esperar a que pase la hora.”
Los sábados Jesús enseñaba a la gente, todos se reunían y lo escuchaban, y al salir comentaban estupefactos. Yo no. Cuando voy a Misa, muchas veces me sorprendo a mí mismo pensando en cualquier cosa, haciendo hora en la Iglesia, sin poner el corazón en lo que está sucediendo. Por eso es que muchas veces, aunque el milagro de expulsar mis demonios haya podido realizarse, yo simplemente lo evito y me cierro a la Gracia.
Señor Jesús, dame el regalo de que para mí el domingo sea un día especial, dedicado a Ti no solo en lo externo –en el tiempo que me voy a parar a la Iglesia- sino que además, y muy profundamente, en lo interno. No te pido solo concentración con la cabeza… más bien te pido compromiso, con mi ser completo, con mi afectividad, con mis instintos, con mi actitud corporal. Yo quiero ser de los que están presentes en el milagro y no lo contemplan impávidos como público, sino que son parte del él porque están ahí con todo su corazón entregado. AMÉN