Memoria de San Francisco Javier, presbítero
Evangelio según Mateo 10, 21-24
Martes de la primera semana de Adviento
Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
“Jesús se estremeció de gozo”
Es como si Jesús me dijera: “Me estremezco de gozo. Me lleno de alegría. Mi felicidad y mi plenitud son tan grandes que no puedo evitar moverme físicamente; ¡me estremezco! Sí, tú te imaginas que yo soy impasible, que las cosas no me afectan. Y te equivocas completamente. Yo me estremezco de gozo y salto en alegría. Yo me emociono y exploto en alabanza a mi Padre. Me admiro de lo que Él hizo. Me admiro de mí mismo. Me admiro de lo que mis hermanos y los míos hacen por mi Padre. ¿Por qué entonces no vienes conmigo a estremecerte de alegría y de gozo? ¿Por qué tratas de permanecer impasible?
Ante este Evangelio me siento sorprendido. Jesús se estremece de gozo…¡Jamás me había dado cuenta de esa reacción tan emocional de Jesús! Me doy cuenta que cada vez estoy más impasible a lo que pasa a mi alrededor: sonrío menos, me enojo menos… funciono ¡como un adulto! Y no es ningún misterio: soy un adulto. Pero Jesús me invita en este texto a conectarme con mis sentimientos y a expresarlos verdadera y genuinamente como los expresa Él.
Jesús, ¡te estremeces de alegría! Ven a mi corazón y déjame estremecerme de alegría contigo. Déjame reírme a carcajadas y apenarme con toda sinceridad. Déjame que las cosas alrededor mío no me sean indiferentes. Déjame afectarme por los demás y presentarme con ingenuidad y compromiso con los que me circundan. Enséñame a que me importen los demás y lo que les pasa. Muéstrame cómo reconocer tu alegría y la pena de los demás, y ser una fuerza positiva para todos los que me rodean. AMÉN