Evangelio según San Marcos 9, 30-37
Martes de la séptima semana del tiempo ordinario
Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: “¿De qué hablaban en el camino?” Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe no es a mí al que recibe sino a Aquel que me ha enviado”.
Meditación de Francisco Bravo Collado
“El que quiera ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”
Es como si Jesús me dijera: “A veces te veo intentando reprimir tus ganas de ser el primero, de ser el mejor. En este texto te invito a que no lo hagas más. ¡Me parece excelente que quieras ser el primero! Esa es tu vocación: intentar ser tan bueno como puedas llegar a ser. No te restrinjas en eso. Pero, hijo mío, ten claro que no es tarea fácil: para ser el primero debes hacerte el último de todos y el servidor de todos. Si vas a destacar no va a ser de forma despampanante, sino que de forma humilde y silenciosa. Cultiva tu actitud de servicio y llévala al extremo.”
Veo que Jesús tiene razón: he aprendido a sentirme incómodo cada vez que destaco en algo. Y, al mismo tiempo, me muero de ganas de ser bueno en lo que hago. Me encantaría ser capaz de desempeñarme con excelencia en todas las cosas que emprendo. Pero me topo con mi propia flojera, mis límites y mi vergüenza de hacer bien las cosas. Hoy Jesús me invita a profundizar en esta ambición innata que tengo, y a sublimarla para servir a los demás. Quiero estar atento y disponible para servir en las tareas más difíciles.
Jesús, gracias por invitarme a mirar hacia lo más alto y a aspirar a lo más grande. Gracias por este deseo que pusiste en mi corazón de servirte y de ser de los tuyos. Enséñame a servir con sencillez y sin medirme. Enséñame a trabajar sin descanso en aquello que permita construir tu Reino. Dame un profundo espíritu de oración, para que aprenda a discernir cuáles son tus deseos y cómo me invitas a realizarlos. Y realizarme. Bendíceme con mucho trabajo y con mucha fecundidad para los tuyos. AMÉN