Evangelio según Lucas 12, 35-38
Martes de la semana vigesimonovena del tiempo ordinario
Jesús dijo a sus discípulos: “Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!”
Meditación de Juan Francisco Bravo Collado
Dichosos los siervos a quienes el Señor, al venir, encuentre velando
Es como si Jesús me dijera a mí: “Espérame atento, espérame buscando, porque yo voy a llegar a ti; no para castigarte y sorprenderte en falta, sino que para sorprenderme de tu amor y, en ese encuentro, darte tanto amor y reconocimiento que también voy a sorprenderte a ti. Porque si mi regreso es un regreso de juicio, no es un juicio de culpa ni de formas, sino que un juicio de amor. Así que prepárate para ese juicio: ama más, entrégate más. Y no solamente a tu prójimo, sino que también a ti mismo. Ámate a ti mismo y entiéndete mejor. Profundiza y permanece en tus áreas oscuras, pobres y que te llenan de vergüenza, y aprende a habitarlas, porque ahí es donde mi amor te habla.”
Lo primero que surge en mí cuando medito este texto es miedo y preocupación. Va a llegar. Me va a sorprender y yo no estaré en vigilia. Pero sigo rezando y logro centrarme: habito el presente, me incorporo, respiro… y veo que mi trabajo no es desesperar ni preocuparme, sino que hacer serenamente lo que tengo a mano, tal como es; tal como está. Entonces siento que ese abrazo y ese reconocimiento del Señor no tiene que esperar hasta su venida, sino que puedo experimentarlo ahora, reconociendo su presencia en mí ahora. Especialmente desde mi propia pequeñez y vulnerabilidad.
Jesús, gracias por tu visita en mi vida cotidiana. Gracias por este texto donde me invitas a permanecer vigilante y actualizar tu presencia a través de mi oración y de mi meditación. Ayúdame a permanecer en Ti: en unión a Ti y en comunión contigo. Acompáñame en mi trabajo. Dame integridad en mis acciones, diligencia en mis deberes, serenidad en mis dificultades, generosidad en mi ofrenda y humildad en mi juicio. Enséñame a reconocer que siempre estás conmigo y que no debo temer que me sorprendas. Te ofrezco trabajar con dedicación y sencillez en mis tareas cotidianas, descubriendo cómo Tú estás conmigo. AMÉN